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Prestigiar la lectura

De todas las crisis que vivimos hay una que nunca figura en la agenda política y sólo residualmente ha sido objeto de debate parlamentario. Y es así porque la presión y preocupación social es casi inexistente, aunque está en las raíces de muchos males de nuestro tiempo. Hablo del hábito de la lectura, esa costumbre en vías de extinción que, según el último barómetro de la Federación de Gremios de Editores de España, practica poco más de la mitad de los españoles. Nuestra Región no es ninguna excepción. La tasa de población lectora se sitúa siete décimas por debajo de la media nacional (55%), algo mejor que la de Extremadura, Andalucía, Castilla-La Mancha y Asturias. Mal bagaje en general para un país que aspira a incorporarse a la sociedad del conocimiento con el resto de la UE. Esta semana, nuestro compañero Antonio Arco puso el dedo en esta llaga al preguntar al escritor Javier Cercas por qué es necesaria la lectura. Su respuesta fue certera: «Porque sin leer te vuelves tonto y te mueres de asco». Tiene tanta razón como Antonio Muñoz Molina cuando sentencia que «leer es el único acto soberano que nos queda». Desde las administraciones públicas y los medios de comunicación hemos contribuido irresponsablemente a ese desinterés por la letra impresa, a esa renuncia voluntaria a la lectura que hace la mitad de la población. Se ha explotado la telebasura hasta límites insospechados y se ha transmitido la idea de que no es necesario tener conocimientos para triunfar porque basta con dinero, juventud y belleza. Además se han jaleado los fuegos de artificio culturales, fogonazos brillantes pero que sólo dejan olor a pólvora, sin exigir la universalización de las bibliotecas municipales y campañas de promoción de la lectura. Por la parte que me toca debo reconocer que los periodistas no hemos sabido prestigiar la lectura de nuestros periódicos. Incurrimos ahí en un grave error porque los diarios de información independientes son el último reducto para el intercambio civilizado de ideas y el territorio natural para comprender las claves de los acontecimientos globales y locales con informaciones contextualizadas y de calidad. Si no ponemos en valor nuestras fortalezas, llevar un periódico bajo el brazo o un libro en la mano puede convertirse en un signo de distinción intelectual de una exigua minoría. A esos fieles lectores que nadan contracorriente les debemos corresponder con opiniones fundamentadas y ponderadas e informaciones rigurosas, contrastadas, independientes, interesantes y útiles. De esa forma contribuiremos a forjar un país sin riesgo de articularse con una ciudadanía adormecida, manipulable y, a la postre, menos libre.

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Las claves de la actualidad analizadas por el director editorial de La Verdad

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