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Ante la huegal general

En un minucioso reportaje que arranca en la siguiente página, Julián Mollejo se adentra en la “cocina” de la huelga general del próximo miércoles y desvela los preparativos y la estrategias de las organizaciones sindicales en la Región de cara al 29-S. Los líderes de ambos sindicatos, Daniel Bueno y Antonio Jiménez, detallan además en las páginas de Opinión las razones de fondo de la convocatoria y su convencimiento de que la huelga, más allá de suponer el ejercicio de un derecho constitucional, servirá para dar un volantazo a la nueva política económica de Zapatero. Desde el respeto a los puntos de vista de los sindicatos sobre una reforma laboral que en realidad no gusta a nadie, discrepo de la oportunidad y utilidad de este paro. No habrá vencedores el próximo miércoles porque esta huelga general, la sexta de la democracia, es la consecuencia última de un fracaso colectivo en el que perdimos todos: el proceso de diálogo social que Rodríguez Zapatero, la patronal CEOE y los sindicatos UGT y CC OO iniciaron en julio de 2008 para sacar al país de la crisis. Se trataba de buscar acuerdos para hacer frente al paro y reconducir a España hacia la senda del crecimiento económico. Lo que se necesitaba y se perseguía es justo lo contrario de lo que se va a producir el próximo miércoles con la paralización del país. Los ciudadanos consideran que los sindicatos, como también los actuales dirigentes de la CEOE y el Gobierno, son corresponsables de la crisis y eso explica, como contamos hoy en nuestro suplemento “Dinero y Empleo”, que dos de cada tres trabajadores declaren en las encuestas que no secundarán el paro. Zapatero no se lo está poniendo difícil a los sindicatos. Resulta sorprendente pero la huelga se llevará a cabo con la plena colaboración del Gobierno contra el que se convoca. Ahí están las declaraciones de José Blanco, que calificó de «acuerdo histórico» el pacto alcanzado con las organizaciones sindicales para fijar los servicios mínimos en el transporte. Las palabras del ministro reflejan un gesto de generosidad con quienes hasta hace pocos eran sus principales aliados en materia económica, en un momento de exultante estado de ánimo en el Gobierno tras el apoyo del PNV a los Presupuestos de 2011, un balón de oxígeno conseguido a fuerza de ceder más competencias del Estado, pero que asegura la estabilidad necesaria hasta las elecciones autonómicas. Los problemas de Zapatero no están ahora en la esfera del Gobierno, sino en el monumental lío interno del PSOE a cuenta de las primarias en Madrid y Valencia. Por eso quienes más se juegan con la huelga son los propios sindicatos, cuya capacidad de movilización y de influencia quedó en entredicho con el paro de los funcionarios públicos. La posibilidad de que Zapatero varíe el nuevo rumbo de su política económica, como hicieron González y Aznar tras dos huelgas generales, resulta remota porque la reforma laboral y el ajuste del gasto público no son decisiones personales del presidente del Gobierno. Son, por el contrario, recetas impuestas por la Unión Europea para hacer frente a una crisis de imprevisibles consecuencias.

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