Cuando más vertiginosa era la caída libre hacia la catástrofe electoral, Zapatero ha puesto en marcha una ofensiva política para mantenerse en la pugna por el poder. Con un Gobierno de mayor perfil político y liderado por la vieja guardia del PSOE, toma impulso para jugar el partido hasta el final, encomendando su destino y el del PSOE a Alfredo Pérez Rubalcaba, el político más hábil, experimentado y con mejor imagen que hay en las filas socialistas, incluido el propio Zapatero. El presidente no ha reforzado el área económica ni variará sus políticas contra la crisis. Lo importante no será tanto qué se hace sino cómo se vende. Por eso lo fía todo a las capacidades en comunicación política de Rubalcaba y Blanco de cara a las elecciones de 2011. Rubalcaba no sólo comunica bien y genera empatía. También es un maestro de la estrategia y de la filtración, con muy buena entrada en medios de comunicación que antaño eran afines, pero que en los últimos años cuestionaban diariamente al presidente. Recuperar esos puentes será uno de los objetivos del vicepresidente primero, que retiene la cartera de Interior y por tanto la información privilegiada sobre asuntos judiciales que inquietan a la cúpula del PP, como el “caso Gürtel”. Es muy posible que la recuperación económica no se perciba antes de las elecciones de 2012, ni siquiera con toda la acción de propaganda de quince ministros. Por eso, Zapatero da muestras de estar trazando un plan B para conseguir un éxito de calado que presentar al electorado. Ese logro sería el fin de la violencia en el País Vasco. La concurrencia en la Moncloa de Rubalcaba y Ramón Jáuregui no es casual, como tampoco lo es la reciente entrevista a Otegi, autorizada por Instituciones Penitenciarias, ni los mensajes de Zapatero de que los movimientos de Batasuna no serán en balde. Toda la estrategia pasa por impedir la entrada de la izquierda proetarra en los ayuntamientos, desactivar el frente juvenil de ETA, la parte del entramado más proclive a la violencia, y aprovechar el agotamiento y la fractura del frente carcelario, con muchos históricos de la banda sin esperanza en la vía terrorista tras años de prisión. No es un asunto fácil. Enfrente hay una banda de asesinos y un error puede romper el pacto PSOE-PP que permite gobernar a Patxi López, ya tocado por el acuerdo de Zapatero con el PNV para aprobar los Presupuestos. Frente a un Gobierno con más empaque, el PP tendrá que cambiar de estrategia.Ya no será suficiente el desgaste de Zapatero por la crisis ni a Rajoy le bastará con ponerse de perfil. Tendrá que presentar alternativas y exhibir gestión. Pero las primeras reacciones, servidas en bandeja a Rubalcaba y Blanco, no han podido ser más torpes: mientras Cospedal y Arenas alaban inadvertidamente al nuevo Ejecutivo, un alcalde lanza una grosería incalificable contra Leire Pajín. La batalla por el poder vuelve a estar al rojo vivo.