Conversando sobre expresiones murcianas, una persona que conoce a fondo la Región me relataba hace unos días una anécdota sucedida en Javalí Nuevo. En plena calle, una mujer increpó a otra con una larguísima lista de descalificaciones. Cómo sería la retahíla de improperios que una testigo de la disputa resumió la escena con una frase antológica: «La insultó hasta acertar». Cuando la política se convierte en una pelea de vecinos y las diferencias se dirimen a base de garrotazos verbales, la cosa dejar de tener su gracia porque la ciudadanía no está para bromas y lo interpreta como un insulto a su inteligencia. Andábamos preocupados por los múltiples efectos de un Presupuesto regional que refleja la gravedad de la crisis cuando una alusión de Valcárcel a su adversaria García Retegui como la «chica del pelo panocha», en un mitin del PP en la localidad de Beniel, se convierte en el principal caballo de batalla de la oposición socialista, sólo unos días después de que el propio Pedro Saura tildase a Inmaculada García de «consejera pinocho, más mentirosa que consejera». El recurso a la descalificación o al ninguneo del contrincante forma ya parte de la doctrina electoral compartida por el PP y el PSOE, más aún cuando la cita con las urnas está ya a la vista. El ex ministro Jordi Sevilla, ahora un verso suelto en las filas socialistas, lo explicaba recientemente en su blog: «El voto es sentimental, hay que movilizar a la contra y en base a valores definitorios de izquierda y derecha. Si no existen elementos objetivos de confrontación, se crean de manera artificial porque el objetivo es que me voten los míos y desanimar a los votantes del adversario». Ciertamente, la descalificación gratuita jalea y moviliza a las bases de los partidos, pero en la ciudadanía agudiza su desafección porque percibe una clase política que pierde el tiempo en lo anecdótico con polémicas artificiales que no generan adhesiones. Todo este debate ha surgido justo cuando el último barómetro regional de opinión pública acaba de demostrar que el problema de los socialistas murcianos no se resuelve sólo con un cambio de cara. Situado a 41 puntos en intención de voto del PP, el PSRM se empeña en concluir que sus mensajes no llegan a los ciudadanos sin plantearse una renovación a fondo y sin analizar si el discurso político que han hilvanado es el correcto. Es tal la debilidad del PSOE murciano, lastrado por un Zapatero lanzado cuesta abajo por su gestión de la crisis, que la siempre saludable expectativa de una alternancia en el poder se aleja más y más. Cómo estará la cosa que el presidente Valcárcel no se ha visto en la tesitura de tener que explicar a los ciudadanos unos Presupuestos que incluyen la aplicación del céntimo sanitario y la actualización de tasas congeladas desde 1997.