El informe Pisa ha vuelto a reflejar que el sistema educativo español no progresa adecuadamente al perpetuarse un preocupante estancamiento de los alumnos de Secundaria en comprensión lectora, matemáticas y ciencias que nos sitúa por debajo de la media de la OCDE. España ha retrocedido en los últimos diez años en la prueba de lectura y ahora ocupa la posición 33 de los 65 países evaluados, por detrás de Grecia y Portugal. La mediocridad mostrada por el informe Pisa, en el que influye decisivamente nuestro alto número de repetidores en cuarto de la ESO, es común a todo el país. Y es que hay muchas carencias compartidas que lastran el rendimiento de los estudiantes españoles. Tras estos resultados se esconde la desmotivación de un profesorado que ha visto mermada su autoridad en las aulas, la pérdida de la cultura del esfuerzo y la responsabilidad de los alumnos, la sustitución de una política educativa común por una fragmentación autonómica que ha ampliado las distancias entre las regiones más ricas y las menos desarrolladas y, sobre todo, los vaivenes legislativos impulsados por intereses ideológicos y partidistas. La educación sigue siendo uno de los grandes problemas de España, una verdadera cuestión de Estado en la que resulta imposible la consecución de un pacto entre los dos grandes partidos políticos, que continúan utilizándola como arma arrojadiza. La Región de Murcia se ha sometido por primera vez a este examen trianual, una decisión correcta porque sólo con una evaluación a través de criterios aceptados nacional e internacionalmente será posible comprobar si hay avances y retrocesos. Las puntuaciones del informe Pisa nos sitúan justo por debajo de la media nacional, aunque aplicando factores estimativos, como el llamado intervalo de confianza, estaríamos en esa zona media nacional en comprensión lectora, matemáticas y ciencias. Lo que nadie puede discutir, se mire como se mire el informe, es que no estamos entre las comunidades autónomas con mejor rendimiento educativo y ese el objetivo al que deberíamos aspirar. La posición de la Región hacia la mitad de la tabla nacional no es dramática ni alarmante, pero no puede ser un consuelo en el que instalarse plácidamente. Lo decía ayer certeramente el catedrático Pozuelo Yvancos en las páginas de opinión de “La Verdad”: «Quien esté a gusto en la mediocridad termina siendo peor que era porque otros corren más». El informe Pisa no fue creado para ser un martillo con el que atizarse políticamente. Es un instrumento ideado para medir tendencias, una herramienta que en manos de la comunidad educativa debe servir de acicate en un ámbito que es absolutamente estratégico para la competitividad futura de la Región en la sociedad del conocimiento.