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Zapatero y las circunstancias

Junto a la eficacia, la transparencia, el rendimiento de cuentas y la participación, existe un principio en todos los manuales de buena gobernanza que es tan importante como los anteriores en las sociedades democráticas. Ese requisito para articular una modélica acción de gobierno consiste en la coherencia. Sólo los Gobiernos que son previsibles en sus políticas públicas transmiten confianza y seguridad jurídica a los ciudadanos. El punto más débil del Ejecutivo de Rodríguez Zapatero es precisamente esa sensación de improvisación que transmite a la opinión pública. Hace ya mucho meses que el Gobierno central, por mandato de la Unión Europea, se puso manos a la obra con las reformas estructurales del sistema financiero y del mercado de trabajo, y con la contención del gasto público que venían reclamando todos los organismos internacionales de referencia. Pero justamante cuando está impulsando lo que debería haber acometido mucho tiempo antes es cuando mayor desconfianza suscita. Y no tanto porque las medidas en este contexto de profunda crisis son indefectiblemente impopulares, sino porque transmite la percepción de ir permantemente por detrás de los acontecimientos sin un criterio definido. Las exigencias de solvencia para bancos y cajas se cambian en 24 horas, se le da la vuelta como a un calcetín a las primas para los productores de energía fotovoltaica, se alteran sin previo aviso las reglas de juego para que las comunidades puedan endeudarse, se da marcha atrás a la fecha de caducidad de las nucleares, se modifica la oferta de empleo público para docentes al cabo de dos meses, se improvisa la limitación de velocidad en las autovías como anticipo a un largamente anunciado plan de ahorro de energía… Son demasiados vaivenes en un Gobierno que acertadamente había emprendido la senda reformista. Zapatero dijo recientemente en el Parlamento «que en política se puede cambiar de criterio según las circunstancias». Si la economía no permanece quieta, él también debe moverse, esgrime el presidente, quien ya dijo en un comité federal del PSOE, celebrado en septiembre de 2009, que «la tarea de gobernar, a veces, lleva consigo la necesidad de improvisar». Ahora no tiene otra alternativa posible. Su problema es que el aluvión de contratiempos que nadie anticipó, desde la crisis financiera a las revueltas en los países productores de petróleo del Magreb, nos pilla sin todos los deberes hechos en materia económica y energética. Y las soluciones que salen de La Moncloa, como la limitación temporal de la velocidad a 110 km/h, suenan poco convincentes para una ciudadanía angustiada por la crisis. Demasiado fácil se lo está poniendo el PSOE a un PP que le basta con no moverse para sacar provecho en las próximas elecciones.

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Las claves de la actualidad analizadas por el director editorial de La Verdad

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