Enfrentados a su mayor desastre desde la segunda guerra mundial y a la furia asesina de un sátrapa llamado Gadafi, dos pueblos a los que sólo les une la desgracia, el japonés y el libio, han mostrado cómo es posible dar lecciones de ejemplaridad cuando se lucha por la supervivencia en medio del caos. En esta semana que se inició con un desastre natural sobrecogedor y acaba con un ataque bélico para detener una masacre homicida, los líderes de la comunidad internacional han reaccionado con mayor rapidez de lo habitual, pero no todos con igual acierto. En medio del pánico nuclear por las consecuencias del tsunami en los reactores de Fukushima, Europa descubrió que tiene un comisario de Energía llamado Günther Ottinger con una capacidad para meter miedo que asusta. Acostumbrados a la prudencia alemana, que nos lleva desde mayo pasado del ronzal por la senda del control del gasto público y la disciplina presupuestaria, los alusiones al apocalipsis del susodicho comisario no pasarán a la historia como un modelo de sensatez. Hasta la propia canciller Angela Merkel, tan ejemplar en numerosos aspectos, se afanó en tomar decisiones en caliente sobre las centrales nucleares y la intervención en Libia, cansada de perder una vez tras otra en los últimos comicios regionales. Quizá porque su futuro político se da ya por amortizado incluso en el PSOE, o sencillamente porque no todo lo hace mal, aunque a veces lo parezca, el presidente Zapatero sorprendió a muchos por la prudente reacción que mostró al calor del debate nuclear gestado en medio del grave incidente en Fukushima. Resignado a embarcarse de nuevo en otro conflicto bélico, Zapatero también estuvo a la altura de las circunstancias en la crisis de Libia, comprometiéndose con la decisión del Consejo de Seguridad de la ONU y recabando previamente el apoyo de la Liga Árabe. La respuesta a las presiones de una parte de los socialistas vascos para proceder a la legalización de Sortu, la nueva ‘marca blanca’ de Batasuna, y el apoyo al Corredor Meditarráneo, vital para el futuro de la Región de Murcia, completan una semana acertada del Gobierno central. Y es obligado reconocerlo cuando otras veces se han puesto negro sobre blanco en esta carta dominical los errores del Ejecutivo de Zapatero. Lo más esperanzador es que en todos esos temas de especial relevancia hubo una sintonía tácita con el principal partido de la oposición. Y eso contribuye a recuperar parte de la confianza perdida en una clase política muy proclive a buscar réditos electorales particulares frente al interés común. No obstante, conviene no hacerse demasiadas ilusiones porque estamos en la recta final de una precampaña electoral. Hoy es domingo, toca mitin y volveremos al ritual de la consigna y la descalificación mutua.