La situación de incertidumbre que atraviesa la CAM, después de que las asambleas de Cajastur, Caja Extremadura y Caja Cantabria tumbaran el miércoles la constitución del Banco Base, debería encararse con prudencia por quienes ostentan responsabilidades políticas y regulatorias en el sistema financiero. Tiempo habrá para pedir cuentas, dentro y fuera de la CAM, si el desenlace final no es el que corresponde a una entidad que es una de las principales locomotoras para el desarrrollo económico de Alicante y Murcia, y cuya modélica obra social es, hoy por hoy, insustituible en ambos territorios. Es tiempo de arrimar el hombro, no de poner palos en las ruedas o de crear más zozobra de la necesaria. Intentar sacar tajada política de este asunto, como se desprende de algunas declaraciones vertidas en las últimas 48 horas, es una irresponsabilidad mayúscula propia de dirigentes de tercera o cuarta fila que juegan con fuego. En primer lugar porque puede provocar temores en la ciudadanía que no están justificados y que sólo pueden empeorar el estado de las cosas. El hecho de que la CAM acuda a los fondos del FROB después del fracaso del SIP no significa que su situación financiera sea crítica, sino que no puede cumplir en estos momentos con las exigencias de capitalización marcadas por el Banco de España. La CAM atraviesa dificultades, pero mantiene todavía sus opciones para seguir en solitario, parcialmente nacionalizada, o integrada en otro grupo financiero tras su paso por el FROB. Ninguna de esas dos alternativas era la deseada, pero no se podrá valorar el desenlace de la historia hasta que no se escriba su capítulo final. Los juicios apresurados, especialmente aquellos que buscan réditos políticos, son especialmente preocupantes porque está en juego, además de la CAM, la propia credibilidad de nuestro sistema financiero y del Banco de España ante los mercados internacionales. El SIP del Banco Base es un fracaso de las cuatro entidades implicadas, pero también del proceso de reestructuración del sistema financiero español diseñado desde Economía y Hacienda. Si hay que dirigir miradas inquisidoras hágase también con el Banco de España, que estimó en 1.447 millones las necesidades de capitalización del Banco Base y luego resultaron ser 2.785 millones los realmente necesarios, como trascendió sorpresivamente el pasado lunes. La fallida constitución del Banco Base no beneficia a nadie, y menos aún ahora cuando no se han apagado los ecos de la alerta suscitada en Portugal y cuando el propio Banco de España acaba de reducir las expectativas de crecimiento del PIB para 2011 y 2010 que había proyectado el Gobierno. Seamos prudentes por el bien de todos.