Hoy Lorca está rota por la furia del planeta, pero sus heridas cicatrizarán y volverá a erguirse. Lentamente despertará de la pesadilla y asomará la normalidad, aunque se precisen años para reparar unos daños que superarían los 600 millones de euros, según las primeras estimaciones. Cuando todo nos parezca un mal sueño habremos olvidado el balance de edificios devastados o el número de personas que asistieron a los damnificados. En nuestra memoria sólo perdurarán las historias de quienes perdieron la vida, salvaron las de otros o vinieron al mundo cuando este parecía venirse abajo. Como en ‘Babel’, la película del mexicano Alejandro González Iñárritu, un incidente trágico ha trenzado historias de dolor, heroismo y solidaridad en ese enjambre humano multicultural que da vida a una de las ciudades más monumentales. Recordaremos a Antonia Sánchez, que murió aplastada por un edificio protegiendo con su cuerpo a sus hijos Sergio y Salva. A Miguel Martínez, el policía qua sacó con sus manos de los escombros a esos dos niños en vez de seguir hacia su casa para saber de su familia. A María José Carrillo, la médico del O61 que alejó del infierno y atendió al pequeño Sergio. A Juan Carlos Martínez, que salvó a tres vecinos y puso en peligro su propia vida para rescatar a su perro ‘Jaco’. No olvidaremos la historia de Alba, que nació con una cesárea de urgencia mientras se evacuaba el Rafael Méndez. Ni la desgarradora imagen de la policía local Clementa con dos vecinas de la calle Galicia de La Viña, la ‘zona cero’ del terremoto. Ni la de tantos ciudadanos y servidores públicos anónimos que están al pie del cañón, como ese psicólogo que acariaba a los familiares de las víctimas en el funeral. Y tampoco, por supuesto, olvidaremos el civismo y el coraje de todo el pueblo de Lorca. Ojalá que entre los recuerdos de los lorquinos esté que la Región de Murcia se volcó con ellos para superar la tragedia.