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Lecturas del 22-M

El paisaje después de la batalla del 22-M no admite dudas sobre el descalabro de los socialistas, aplastados en las urnas por un Partido Popular que extiende su hegemonía en la Asamblea Regional hasta límites insospechados. La expectativa de alternancia en el poder y la consolidación de una oposición sólida son dos requisitos de las democracias más desarrolladas, pero para que ambas existan debe haber frente a quien gobierna un partido que sea capaz de ganarse la confianza y el respaldo del electorado. La ola de cambio político en todo el país también alcanzó a la Región, aunque ese elemento no pudo ser el fundamental cuando el PSRM lleva perdiendo elecciones autonómicas desde 1995 y el PP ganándolas, rompiendo en cada convocatoria su techo electoral con Ramón Luis Valcárcel como candidato. Tan propensos a las luchas fratricidas, los socialistas murcianos están abocados a una reflexión de calado que debe restañar el cainismo en sus filas, dotar de vigor y liderazgo a una dirección inoperante y perfilar un discurso propio más centrado en los intereses de la Región que en los de la dirección federal del PSOE y del actual Gobierno central. Angustiado por las urgencias históricas que le impulsan a improvisar liderazgos sin esperar a que cuajen, el PSRM está obligado a reconstruirse por completo para volver a conectar con la ciudadanía y los colectivos que representan a la sociedad civil. Todos esos errores son los que no ha cometido el PP, una máquina organizativa que funciona sin fisuras bajo un liderazgo incuestionable. Durante estos años de crisis, la gestión del Gobierno regional no produjo un entusiasmo generalizado y sin embargo ese hecho no originó una merma de votos, sino al contrario. Las urnas reflejan que los murcianos respaldan la acción de gobierno popular y desconfian mayoritariamente de la alternativa socialista. Crecido por los resultados electorales, y con una oposición aún más debilitada que en la última legislatura, el PP se equivocaría si interpreta ese apoyo incontestable como un cheque en blanco y se relaja en un contexto marcado por el desplome de la actividad económica de la Región, una cifra de parados que frisa los 200.000 y unos problemas de financiación que precisan de políticas de austeridad. Al margen de las vicisitudes de los partidos, los ciudadanos de la Región tienen sus propias urgencias y dificultades. Valcárcel tiene ahora la responsabilidad de elegir a los mejores para confeccionar un Ejecutivo autonómico capaz de gestionar estos tiempos difíciles y avanzar en la resolución de las grandes carencias en materia de infraestructuras, agua y empleo. Si para encarar retos de semejante magnitud se necesitan gobiernos estables y sólidos, Valcárcel lo tiene todo en su mano con los resultados del 22-M.

Las claves de la actualidad analizadas por el director editorial de La Verdad

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mayo 2011
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