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Cara de cuadro, cara de póquer

En una secuencia de ‘El hotel de los líos’, Groucho Marx dejó para la posteridad una de sus frases más hilarantes: «Nunca olvido una cara, pero con usted voy a hacer una excepción». Aunque quisiéramos, por aversión en unos casos o por empatía en otros, será difícil olvidar durante mucho tiempo la faz de algunos políticos que andan de despedida por las inminentes elecciones. Como esta misma semana escribía Ignacio Camacho en una de sus magníficas columnas: «Un político es un hombre que cuando se retira se transfigura en un retrato. A Zapatero y a Bono se les está poniendo ‘cara de cuadro’ en este cuenta atrás de la legislatura». Bono, que es muy mirado para esas cosas del protocolo y las tradiciones, le ha advertido a Manuel Marín que no colgará su retrato en el Congreso de los Diputados si insiste en que sea una fotografía en lugar de la habitual pintura. Es una inverosímil polémica con lo que está arreciando sobre nuestra economía, pero absolutamente cierta para bochorno de muchos ciudadanos que con cosas así no querrían ver ni en pintura a los políticos. Entretanto, a Rajoy se le está acentuando la ‘cara de póquer’ cuanto más aumenta el interés por conocer unas recetas del PP contra la crisis que se presumen duras. Con las encuestas soplando a favor, el líder de los populares sabe que la mejor estrategia para sus expectativas es el silencio, aunque deje al descubierto el flanco de la supuesta agenda oculta que denuncian sus oponentes del PSOE. Esta semana cambió el último Pleno del Congreso por un viaje relámpago a Lorca. Se votaba en la Carrera de San Jerónimo la recuperación de un Impuesto de Patrimonio que no termina de gustar ni al propio Rubalcaba, aunque salió adelante con el voto del PSOE y la abstención del PP, que pese a oponerse a la recuperación de este polémica tributo no quiso aparecer señalado como un defensor de ‘los ricos’. Rajoy lo tiene claro: su triunfo pasa por cometer el menor número de errores políticos hasta el 20-N y sabe que es hartamente difícil que se le critique por hacer novillos si el motivo es visitar y estar cerca de quienes han sufrido el mayor desastre natural vivido en España en las últimas décadas. A Rubalcaba, que también se ausentó de ese Pleno y que tampoco se queda a la zaga en tactismo político, la Audiencia Nacional le ha puesto semblante de alivio. La devolución del ‘caso Faisán’ al juez Ruz, apreciando delito de colaboración con banda armada pero insuficientes pruebas contra la cúpula policial, le da un balón de oxígeno en la antesala de la campaña y le blinda temporalmente de los ataques del PP por el gravísimo chivatazo policial a ETA durante la negociación del Gobierno con la banda. Dicho todo lo anterior, las caras de la semana han sido las de los miembros del Consejo de RTVE que votaron a favor o se abstuvieron en la impresentable propuesta para recuperar la censura previa en los informativos de la cadena pública. Hay que tener mucha desfachatez para acordar el acceso previo al sistema de producción, redacción y elaboración de las noticias de RTVE y, después del aluvión de críticas, no asumir ni la autoría ni la responsabilidad de una decisión que nos habría devuelto a los tiempos preconstitucionales. Un desatino propio de una película de los hermanos Marx, pero sin la más mínima gracia.

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