Robert Wright es un periodista y escritor estadounidense cuya obra ‘No cero: la lógica del destino humano’ dejó impresionado en 2001 al expresidente Bill Clinton. Tanto que no dudó en calificar de genio a este especialista en biología evolutiva y en la teoría de juegos, un área de las matemáticas que se aplica en economía, política y biología para estudiar la toma de decisiones en entornos donde hay múltiples interacciones. La tesis fundamental de Wright es que nuestra civilización, en un mundo cada vez más global, interconectado e interdependiente, sigue adelante porque en las grandes cuestiones prevalecen las soluciones donde no hay vencedores ni vencidos, donde nadie sale claramente derrotado. Es justo lo contrario al desenlace de una partida de póquer, una solución de suma ‘cero’ porque el beneficio de quien gana es exactamente igual a la suma de las pérdidas de los derrotados. Todo lo que pierde un jugador se lo lleva otro. Clinton interiorizó esta idea y cuando dejó la Casa Blanca propuso soluciones de ‘suma no cero’, como las estudiadas en la teoría de juegos, para el calentamiento global, el desarme internacional o las negociaciones de paz entre palestinos e israelíes. También los grandes problemas de la Región, como el déficit de agua y de financiación, van a exigir soluciones ‘no cero’. Ningún nuevo plan hidrológico nacional o modelo de financiación autonómica tendrá éxito si no ganan todos los territorios o al menos ninguno sale perjudicado en beneficio de otros. No será fácil porque exige consenso, altura de miras y renuncias de todas las partes. Si se quiere zanjar esos asuntos como en una partida de póquer, volveremos a la ‘guerra del agua’ y a los blindajes de las inversiones en los estatutos autonómicos. Aunque complejas, las soluciones ‘no cero’ son deseables, siempre que no desemboquen en componendas oportunistas, como la sugerida por el ministro de Cultura, José Ignacio Wert, con el tesoro hallado por la empresa Odyssey. En lugar de depositarlo con adecuadas medidas de seguridad en su lugar natural, el Museo Nacional de Arqueología Subacuática (Arqua) de Cartagena, Wert insinuó una diseminación de la carga del ‘Nuestra Señora de las Mercedes’ por las diversas ciudades que lo han solicitado, lo que suena a reparto del botín más propio de bucaneros que de responsables políticos preocupados por su conservación, estudio y exhibición. Esta semana vimos otra discutida solución ‘no cero’: la sentencia de conformidad alcanzada tras un pacto entre la fiscalía y los abogados del ‘caso Tótem’. El fiscal consiguió la condena de los acusados y estos, a cambio de su confesión, una reducción de las penas que les aleja de la cárcel. «No hay vencedores ni vencidos», dijo el abogado del principal condenado, el exalcalde Juan Morales. La sentencia es jurídicamente irreprochable, pero se puede pensar, con cierta razón, que adolece de la ejemplaridad precisa para extirpar la corrupción y traslada el mensaje de que, con astucia y dinero, sale penalmente barata. Es evidente que nadie las tenía todas consigo y las partes prefirieron amarrar un resultado en un proceso complejo que estaba destinado a acabar en el Supremo, con resultado incierto dentro de varios años. Visto así, lo mejor es quedarse con lo mollar de la sentencia: existió delito de cohecho y tuvo su castigo.