Hubo un tiempo no lejano en el que el acceso a la cultura era una aspiración irrenunciable del estado del bienestar. Las políticas culturales se desarrollaron en paralelo a otras medidas de extensión de derechos como la cobertura sanitaria o la ampliación de los sistemas de seguridad social, aunque no sin cierto debate de largo recorrido sobre el peso que deben tener las administraciones públicas y la sociedad civil en la orientación y la financiación de la cultura. La discusión ha adquirido tintes de urgencia porque la economía ha sufrido un ‘crack’, un súbito y sonoro ‘esclate’ como dirían popularmente en muchas zonas de la Región. A resultas, la actividad cultural boquea fatigosamente en los últimos tiempos y hay riesgo evidente para la propia viabilidad de todo el entramado de museos, centros culturales y bibliotecas. Si el saneamiento de las cuentas públicas puede poner en riesgo las prestaciones básicas, como la educación y la sanidad, parece que el único camino transitable para la cultura es la colaboración público-privada a través del mecenazgo. No será fácil porque, a diferencia de países como Inglaterra, donde el dinero para investigar el cáncer o financiar una exposición de arte se recauda puerta a puerta por organizaciones sin ánimo de lucro o son donadas por empresas, en España no está asentada la cultura de la filantropía y tampoco hay un marco legal adecuado para incentivarla. Con ese espíritu nace en la Región el proyecto ‘micromecenas’, lanzado por la Consejería de Cultura para mantener el pulso vital de la red regional de espacios culturales, desde el Museo Salzillo a La Conservera, tras experimentar un recorte del 30% en sus presupuestos. ‘La Verdad’ apoyará, con convicción, el proyecto contribuyendo a su difusión. De no hacerlo, cuando están en peligro la viabilidad de estas instituciones, algunas con decenas de años de historia, seríamos incoherentes con una posición editorial de apoyo a la cultura que arranca con la edición de la primera obra poética de Miguel Hernández y del suplemento ‘Verso y Prosa’, donde publicaron todos los grandes de la generación del 27, y que culmina con nuestro actual concurso de arte multimedia Rendibú, que premia a los nuevos creadores de la Región. La gestión del consejero Pedro Alberto Cruz, como todas, tiene aciertos y errores. Tanto unos como otros han sido reflejados en estas páginas con más o menos tino. No es un aval a su trayectoria política lo que recibe ahora de este periódico, sino el apoyo editorial a un proyecto concreto, innovador y bien orientado, que no implica más gasto público y que es concebido para dar respuesta a una situación de emergencia. El mecenazgo privado es una oportunidad, aunque no puede ser la coartada para laminar el gasto público en cultura hasta el punto de asistir al bochornoso cierre de bibliotecas municipales que pagan los ciudadanos con sus impuestos. El recorte que prepara el Gobierno regional será duro, mayor del necesario si la financiación autonómica hubiese sido más justa con la Región y la caída de ingresos (mil millones por año desde hace tres) no hubiese sido tan intensa por la crisis. Pero también será un ‘tijeretazo’ más severo porque no se frenó a tiempo un crecimiento del gasto público del 25% desde 2007, el mayor de todas las autonomías.