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El 'Efecto Google'

Los psicólogos norteamericanos andan como locos estudiando la aparición de trastornos mentales ligados al uso abusivo de las nuevas tecnologías. Ya se ha descrito la ‘depresión Facebook’ (cambios de humor en adolescentes enganchados a esa red social) y el ‘síndrome de la vibración fantasma’ que afecta a los adictos al móvil. En la web proliferan los ‘cibercondriacos’, mientras que en las redes sociales ganan terreno los sociópatas, los ‘trolls’ y los cansinos ‘meformers’, aquellos que compulsivamente informan en ‘Twitter’ sobre fruslerías de su vida privada en un ejercicio de narcisismo y exhibicionismo patológico. De todas esas alteraciones hay una que me causa especial inquietud. Se llama ‘efecto google’ y consiste en la incapacidad para recordar hechos concretos por el convencimiento de que fácilmente están accesibles en ese buscador de internet. No sé si será cierto, como dicen algunos expertos, que el abuso de las tecnologías nos está recableando el cerebro, pero causa pavor la posibilidad de que olvidemos todos los errores que nos llevaron a la crisis. Interiorizar las razones por las que hemos caído en este terrible pozo es tan importante como salir de él, por aquello de no tropezar dos veces en la misma piedra. En lugar de eso, la clase política dedica demasiado tiempo a lanzarse botes de humo para difuminar los hechos y no dejar rastro de sus pisadas en la escena del crimen. Con tanto ruido mediático, globos sondas y pistas falsas observo que ya comienza a flaquear nuestra memoria colectiva en esta sociedad tan ‘infoxicada’. De lo contrario no entiendo como algunos contribuyen a bombear nuestra vena cainita y el ‘conmigo o contra mí’ que persiste en esta España tan propensa a atrincherarse en dos bandos y liarse a garrotazos. Como en la pintura de Goya, estamos embarrancados hasta la cintura en la crisis sin advertir que las arenas que pisamos son movedizas. Quizá porque estamos tan enredados en la dinámica del bastonazo y la descalificación del disidente que no advertimos que, unos y otros, o sea todos, nos estamos hundiendo y que de la suerte de unos depende también la de los otros. Solo por la persistencia de ese frentismo tan acusado y una desmemoria oportunista se puede explicar que quienes antaño defendieron a la Universidad renuncien ahora a tender puentes y se dediquen al ‘agitprop’ gubernamental para neutralizar las protestas de los estudiantes y los rectores, por la vía de la desligitimación más chusca. También debe ser esta amnesia colectiva la causa de que en las elites dirigentes esté germinando la idea de que, una vez saneado el sistema financiero, el siguiente paso debe ser impulsar el sector de la construcción como atajo para crear rápidamente puestos de trabajo. Todo ello cuando aún los bancos no han digerido ni por asomo su atracón hipotecario. La hemorragia del paro es dramática y hay que taponarla cuanto antes. Es verdad que el sector del ladrillo está estigmatizado en exceso y debe formar parte de la recuperación, pero apostar por un modelo productivo similar al que generó esta crisis es sencillamente suicida. De ahí el gran riesgo de los recortes en la financiación de la I+D+i y en el delibilitamiento de la Universidad como fuente generadora de conocimientos, tecnologías, capital humano competitivo, riqueza y progreso. Que no se nos olvide.

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Las claves de la actualidad analizadas por el director editorial de La Verdad

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mayo 2012
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