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El 'síndrome de la silla vacía'

La última convención del partido republicano de EE UU pasará a la historia por la imagen de Clint Eastwood dialogando con una silla vacía que quería representar a un Obama ausente ante los graves problemas del país. De alguna manera, esa metáfora política debió hacer mella en el presidente. Poco después perdió su primer debate con Romney porque, según los medios norteamericanos, estuvo desganado, incómodo, ausente en definitiva. El ‘síndrome de la silla vacía’, nombre que usan los psicólogos para definir esa tristeza de la primera cena de Navidad a la que no acude un familiar desaparecido, es un término aplicado en comunicación política para ciertas circunstancias de la pugna partidista. Por ejemplo, las que acontecieron en las elecciones presidenciales argentinas de 1989 cuando Carlos Menem se ausentó de un debate televisado con su oponente Eduardo Angeloz, que se quedó solo ante las cámaras. Angeloz inició inmediatamente una ofensiva con anuncios en los que se veía una silla vacía y en los que se exigía al candidato Menem que no se escondiera. El equipo de Menem respondió reproduciendo aquella silla vacía junto a muchas más para simbolizar la soledad de Angeloz y de todo lo que él representaba. A Menem le salió bien y ganó en las urnas. Algo similar sucede en la política regional. La oposición quiere explotar el filón de las obligadas estancias de Valcárcel en Bruselas para afearle que esté en otros menesteres cuando la Región está como está por la crisis. Y el PP contraatacará subrayando el frágil liderazgo de González Tovar, sin silla en la Asamblea y a quienes le cuestionan los suyos en cada cónclave. Nada nuevo bajo el sol de esa dialéctica partidista que pervive como un bucle eterno, como se vio tras la presentación del Plan Estratégico regional. El informe y el tono del vicepresidente Bernal tuvieron la virtud de mostrar la realidad sin ambages, pero eso tiene su coste en política, más aún cuando inadvertidamente puede dejar regusto a enmienda a la totalidad de lo realizado por los últimos ejecutivos del PP regional en materia económica. Al PSRM no le pasó por alto y aprovechó el diagnóstico del propio vicepresidente para avalar su discurso. Bernal atesora vítola de buen gestor y ha refrendado con creces su apelativo de ‘Doctor No’, pero aún debe demostrar que no es un certero forense sino el médico de urgencias que precisa la economía regional para recobrar su pulso. Y aunque pocos dudan de su pericia técnica, es sabido que el ‘arte de la política’ no es su fuerte, lo que inquieta en un partido habituado a la habilidad de Valcárcel. Más ahora que las encuestas que manejan los populares en la Región reflejan que los recortes pasan factura, aunque no en beneficio del PSRM, sino de IU, UPyD y sobre todo de la abstención. No hay nervios entre los populares porque descansan sobre un colchón de 40 puntos de diferencia, aunque saben que hoy nada está ganado de antemano. Ahí está la Comunidad Valenciana, donde los sondeos apuntan a un posible tripartito de izquierdas que desbancaría al PP. Si el plan de Valcárcel se cumple, Bernal ocupará su silla en 2014. Y lo lógico sería que, si lo hace bien, sea el candidato en 2015. Falta mucho tiempo para eso, pero a algunos dirigentes del PP, los más políticos, les embarga estos días una súbita melancolía navideña.

Las claves de la actualidad analizadas por el director editorial de La Verdad

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