El debate sobre el estado de la nación fue un duelo dialéctico entre dos líderes parcialmente rehenes de su propio pasado. «El problema es que usted tiene historia», le espetó Rajoy a Rubalcaba para desacreditar a quien ocupó la vicepresidencia de un Gobierno que primero ninguneó la crisis y luego no supo combatirla. Mientras el secretario de los socialistas catalanes evidenciaba el frágil liderazgo de Rubalcaba proponiendo la abdicación del Rey, el líder de la oposición acabó por dar más hilo a la cometa de la ‘herencia recibida’. «Cada vez que veo un desahucio pienso ¡maldita sea, por qué no arreglamos aquello!… Reclamo mi derecho a rectificar como partido». Rubalcaba lanzó ese bumerán mientras intentaba demostrar que es el presidente del Gobierno quien está lastrado y paralizado por la posibilidad de que al extesorero Bárcenas «le entre un ataque de sinceridad». Rajoy salió ganador del debate, como revela el CIS. No cometió errores, se mantuvo fiel a su guión y dio cierta imagen de iniciativa política con medidas para la creación de empleo. Sin embargo, el momento dulce duró tanto como un caramelo. La posterior revelación policial de que Bárcenas acudió en diciembre a un notario, con una lista de donaciones y pagos del partido entre 1994 y 2009, demuestra que al presidente le va a costar pasar página en este asunto. Son los silencios de Rajoy, junto al hecho de no haberse querellado contra el innombrable contable, lo que amplifica las señales de desconcierto que persisten desde aquel «todo es falso» como única explicación pública. A todo ello se suma el goteo de revelaciones surgidas de la investigación periodística y judicial. Bárcenas no solo no fue expulsado hace dos años sino que siguió hasta diciembre pasado en la nómina de Génova, donde mantenía un despacho al que acudía regularmente. El presidente se equivoca si piensa que su declaración de la renta (de años posteriores a los posibles sobresueldos) disipa las dudas de la opinión pública porque no todo se reduce a una cuestión de fe en su honradez personal. Es verdad que Bárcenas tiene una nula credibilidad, sobre todo tras el hallazgo de una cuenta personal de 22 millones en Suiza, pero con sus innumerables errores de comunicación y un relato de los hechos que luego la realidad desmiente, el PP mantiene viva la hipótesis de Rubalcaba de que asistimos a ese chantaje, por supuestos sobres ‘en B ‘o presunta financiación irregular, que Rajoy negó en junio de 2009. Solo la acción de la justicia lo aclarará. Ojalá sea pronto. Con seis millones de parados y un escenario económico difícil, el país necesita centrarse en el presente y recuperar cuanto antes la confianza en sus líderes, que deben estar libres de toda hipoteca personal y colectiva. Más allá de índices de PIB, deuda y déficit, la economía es el reflejo de un estado de ánimo. Y este espectáculo, que se completa con el caso Urdangarin, no puede ser más desalentador.