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Agua…cero

Cuando los conflictos complejos derivan en enfrentamientos enquistados que acaban con claros ganadores y perdedores, la paz suele ser efímera. A propósito de las disputas territoriales por recursos escasos, como el agua y la financiación, contaba hace un año en esta página cómo Bill Clinton, apoyado en los trabajos del norteamericano Robert Wright, abogaba por desenlaces para crisis internacionales donde no haya vencedores y vencidos, donde nadie salga claramente derrotado. En la jerga de la teoría de juegos, soluciones de ‘suma no cero’. Eso ha intentado el ministro Miguel Arias Cañete con un nuevo Plan de Cuenca del Tajo que trata de conjugar el mantenimiento del Trasvase, la sostenibilidad medioambiental del río y la existencia de suficientes reservas para Castilla-La Mancha y Madrid. El acuerdo, fruto de una negociación entre tres líderes territoriales del PP (Valcárcel, Cospedal y Fabra), incluye una reserva ‘política’ de hasta 400 hm3 en la cabecera, lo que ha hecho que los regantes hayan puesto su apoyo en cuarentena a la espera de compensaciones pendientes de negociación. De momento, o aceptaban o planeaba de nuevo la inviabilidad de unos desembalses de los que dependen 80.000 puestos de trabajo directos y el sector económico más competitivo de la Región. Si lo crucial era salvar el Trasvase, que estaba condenado con el borrador elaborado por el equipo de Barreda, este Plan dirigido por el Ministerio podría darse por bueno. Se mantienen las actuales condiciones durante un periodo de adaptación de cinco años y no se toca la ley del Trasvase. Todas las partes ceden, aunque si comparamos la situación venidera con la actual, entonces emerge una desproporción más acentuada entre la cuenca cedente y la receptora. Quien más gana es Castilla-La Mancha, bien es cierto que no tanto como pretendía, y quien menos la Región de Murcia, porque si bien se limita el caudal ambiental en Aranjuez, se endurecen las condiciones para recibir excedentes con una reserva estratégica que podría suponer un serio obstáculo en casos de periodos prolongados de sequía. Estamos ante un pacto político de mínimos que evita lo que habría sido una catástrofe, aunque ni despeja todas las incertidumbres ni mucho menos resuelve el déficit estructural de agua en la Región. El Plan del Tajo es una ‘solución no cero’, pero solo para la guerra territorial que tan pocos beneficios ha reportado desde la insensata derogación del trasvase del Ebro, exceptuando para quienes hicieron del conflicto una fuente recurrente de votos. La raíz del problema del agua sigue ahí, abordable por la ciencia medioambiental y la ingeniería, pero sin ser arrancada por la clase política. Solo cuando esté sobre la mesa el prometido nuevo plan hidrológico nacional veremos si finalmente este lastre para nuestro país desaparece de una vez y todos los españoles podemos sentir, por fin, que salimos ganando.

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