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Océanos de tedio

Decía Eugenio d’Ors que, a las siete de la tarde en Madrid, o das una conferencia o te la dan. Francisco Umbral contaba que las marquesas le invitaban a dar conferencias solo por ver cómo se vestía, que solía hacerlo a juego con el tema conferenciado. Así, para hablar de Goethe, D’Ors se disfrazaba de Goethe. Los debates parlamentarios son más previsibles y se deslizan con facilidad hacia lo soporífero. En los hemiciclos, los políticos se disfrazan de ciudadanos, aunque cuando peroran desde la tribuna son más políticos que nunca. Y, aunque el debate siempre da más juego que el monólogo, por aquello de la dialéctica y el contraste de opiniones, al final indefectiblemente sobreviene una añeja costumbre: o das caña y una ración de ‘y tú más’ o te la dan. Cada debate, un Vietnam. Sea la hora que sea. En Madrid o en Cartagena. El efecto sobre el espectador es un sopor bien distinto a ese estado de ánimo introspectivo e inspirador que reflejó Eugenio d’Ors en su obra ‘Oceanografía del tedio’. El debate parlamentario engarza con la esencia de la democracia y debería tener un peso y una utilidad mucho mayor de la percibida. Ocurre que el fondo siempre se ve superado por las formas y en el recuerdo nos queda una cháchara cansina, ruidosa e inane. No siempre fue así, pero esa es la tónica de los últimos tiempos. Ojalá no suceda en el Debate sobre el Estado de la Región, que se celebrará la próxima semana en la Asamblea Regional. Este año adquiere especial relevancia por las dramáticas tasas de paro y de personas en el umbral de pobreza. Pocos recuerdan momentos de mayor gravedad. A la cita llega un Gobierno con la cansera del desgaste por la crisis y afligido por ancestrales males propios de la huerta, un mal de ojo atenazando sus grandes proyectos estratégicos y el consiguiente tristón aliacán. Enfrente tiene un partido permanentemente a medio armar, que no acaba de otear sus señas identitarias ni de hilvanar el discurso ilusionante que lo visualice como alternativa. Igual que la Región, los dos partidos están en transición. Uno, con la lentitud propia del vértigo por la marcha de su líder y, el otro, con la ansiedad de quien precisa con urgencia atisbar un rumbo. El PP se llevó de calle las últimas ligas, pero hace mucho que no gana partidos y su juego no convence, pese a que le favorece el largo trecho que le queda al PSRM para ser competitivo. Es posible que al final solo veamos quién está en más baja forma. Ante la opinión pública saldrían los dos reforzados si fuesen capaces de pasar del legítimo reproche y la protocolaria mano tendida a trabar acuerdos en temas sustanciales. Porque la dinámica de este debate no debería ser la de una sesión más de control al Gobierno. La ciudadanía espera de ambas bancadas responsabilidad y propuestas realistas para impulsar la economía y rescatar a quienes más están sufriendo el látigo de la crisis. Ellos nos representan. Que lo demuestren. La paciencia no es tan oceánica como el tedio.

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Las claves de la actualidad analizadas por el director editorial de La Verdad

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