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La Región y el principio del éxito

Pensando en el Día de la Región, al que hoy dedicamos un amplio especial en las páginas centrales de ‘La Verdad’, me vino a la cabeza un pequeño recuadro publicado la pasada semana en ‘Ababol’, nuestro suplemento semanal de las artes, las letras y las ciencias. En esa información describíamos un estudio clásico de la psicología contemporánea, el ‘experimento de la nube de azúcar’. Fue realizado en los años 70 por el norteamericano Walter Mischel, que sentó a 600 niños de cuatro años frente a una golosina. A todos ellos les dijo lo mismo: «Ahora debo marcharme, pero volveré en quince minutos. Si quieres, cómete la nube de azúcar, pero, si esperas, a mi regreso te daré dos». Años después, tras un largo seguimiento a esos niños hasta la edad adulta, Mischel comprobó que los que resistieron la tentación, mostraron mayor autocontrol y postergaron una recompensa inmediata a cambio de una mayor gratificación, demostraron ser luego socialmente más competentes, más emprendedores y con mayor capacidad para enfrentarse a situaciones adversas. Eso llevó al profesor Mischel a formular que el ‘principio del éxito’ radica precisamente en la disciplina, el autocontrol, la capacidad para aplazar el rédito inmediato y pensar en el largo plazo. De haberse hecho ese mismo experimento algunas décadas antes en Alhama de Murcia, seguro que un niño llamado Tomás Fuertes habría superado el ‘experimento de la nube de azúcar’. Quienes le hayan escuchado alguna vez describir la diferencia entre un empresario y un negociante entenderán cómo ese niño, al cabo de muchos años de esfuerzo, logró levantar de la nada un grupo empresarial puntero en España. Las gratificaciones y reconocimientos llegan, en algunos casos más tarde de lo debido, pero hoy Tomás Fuertes recibirá, con todo merecimiento, la Medalla de Oro de la Región. Los estudios pioneros de Walter Mischel han sido revisados y completados por muchos investigadores en las últimas décadas. Científicos de la Universidad de Rochester concluyeron hace dos años que esa capacidad para no optar por una compensación inmediata no es una cualidad innata. No se nace con ella. Al contrario, el entorno puede influir de manera decisiva. Si las personas, ya sean niños o adultos, viven en una sociedad donde las promesas casi siempre se rompen o nunca llegan a concretarse, comerse una nube de azúcar sin esperar el premio de una segunda puede resultar una decisión aparentemente razonable. En la Región de Murcia existe una sensación colectiva de que las promesas sobre el agua o la mejora de las comunicaciones nunca llegan a concretarse, y eso causa un sentimiento de frustración que puede derivar en victimismo. Aunque son aspiraciones legítimas e irrenunciables, deberían manejarse con mayor responsabilidad e inteligencia, sobre todo cuando no dependen solo de los murcianos. Sigamos en ello, pero, mientras, mejor prometamos solo aquello que podemos cumplir.

Las claves de la actualidad analizadas por el director editorial de La Verdad

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