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El lecho de Procusto

Procusto era un sanguinario posadero que ofrecía cobijo a los viajeros solitarios en una colina, a las afueras de Ática. Cuenta la mitología griega que, terminada la cena, recostaba a sus invitados en una cama de hierro y les ataba de pies y manos a sus cuatro esquinas. Si sobresalían las extremidades, se las recortaba. Y cuando al invitado le venía grande el catre, entonces le descoyuntaba las articulaciones para alargarlo y que diera la medida adecuada. Procusto nunca adaptaba la cama al tamaño de las personas. Hacía que éstas se ajustaran a las medidas del lecho. A hachazo limpio. Desde que comenzó la crisis, cada vez que llegan los presupuestos regionales me acuerdo de esta historia. Quienes son, o han sido, responsables de elaborarlos no son seres malvados que disfrutan con recortes y desmembramientos que producen sufrimiento social. Sugerir lo contrario sería delirante, injusto y completamente alejado de la verdad. La analogía reside en que, como hacía Procusto, se ha venido forzando la realidad para ajustarla a un modelo predefinido, a un interés político coyuntural o a un bienintencionado deseo. Y como no podía ser de otra manera se han incumplido los presupuestos regionales desde 2008. Tanto en ingresos como en gastos. Es difícil cuadrar las cuentas cuando es un mandato ineludible sostener la sanidad y la educación, no se dispone de una financiación estatal de 250 millones que se le debe a la Región y se lidia con una variable incierta de ingresos que fluctúan con la actividad económica. Pero esas limitaciones no justifican el incumplimiento reiterado de ahorros, recortes y pagos consignados en la ley más importante. Ni que se dibuje un escenario macroeconómico con trazo grueso o se inflen los ingresos con fondos dudosos, como los derivados de la venta de amarres e inmuebles. A esos fallos de planificación se suman los de gestión y ejecución presupuestaria, que en el caso del Servicio Murciano de Salud son para nota. Nada de eso es atribuible a terceros o al infortunio. Las decisiones tomadas entre 2004 y 2008 sobre grandes infraestructuras también pesan como una losa y arrastran consecuencias económicas, ahora y en el futuro. Aunque se mejora sensiblemente en el último año, seguimos incumpliendo el déficit y la deuda regional se acerca a los 6.000 millones. En el plano político se paga un doble precio: una credibilidad lastrada de partida y una escasa capacidad de maniobra. Nada me alegraría más que Bernal acertara esta vez en sus previsiones. Significaría que habríamos entrado en una vigorosa fase de recuperación. Ya son demasiados años de penuria para familias, empresas y trabajadores. Mi convicción personal es que, aunque la economía repunta, sería milagroso que el PIB regional creciera un 2% en un año. Ojalá me equivoque, pero veo excesivo optimismo, tanto que parece impostado, en esa nueva realidad que se forja y se propaga desde las colinas del poder político y económico de Madrid, en la antesala de las elecciones europeas.

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