Parafraseando a Josep Pla podría decirse que, en lo que respecta estrictamente al debate sobre las infraestructuras estatales, nada se parece más a un político murciano de derechas que un político murciano de izquierdas. Y viceversa. Los discursos son intercambiables en función de quién gobierne en Madrid, verbalizándose bobadas del tipo «Zapatero/Rajoy maltrata a la Región». Según el color del Gobierno central, se modulan los niveles de exigencia, se reparten los papeles de reivindicativo y sumiso, y comienza la tangana. Tan repetitiva es esta dialéctica que, quizá por eso, el periodista Julio Camba ironizó hace décadas que, de tener olor, la política española tendría el aroma del ajo. La cantinela partidista que origina siempre la Ley de Presupuestos del Estado es un ‘flatus vocis’ otoñal que se perpetuará durante años. Lo digo porque a este paso es posible que el hombre pise Marte antes de que se termine la variante de Camarillas y para lo primero queda más que mucho. Nuestro déficit histórico de infraestucturas, el propio de una Región pequeña y de insoportable levedad política en Madrid, es tan abisal que a pie de calle las inversiones prometidas siempre nos parecerán un parche. De ahí ese enquistado sentimiento de agravio. Cómo estará de interiorizado que hasta se ha oficializado en los Presupuestos del Estado de 2015, donde a la autovía Zeneta-San Javier ya se le denomina con toda naturalidad la ‘autovía del bancal’, el nombre que acuñó ‘La Verdad’ en 2010 para denunciar su abrupta parálisis frente a un bancal de limoneros. Pese a todo, este año el Gobierno regional se las prometía felices. Creía haber salvado la cara con el segundo mayor incremento territorial en inversión estatal, pero hete ahí que salen los empresarios de Croem y le afean los retrasos y las ausencias en unas cuentas del Estado que, aun siendo mejores que las de los últimos años en materia de inversión regional, son ciertamente insuficientes. Hace bien la Croem. Su función no es dar palmas a los gobernantes, cuando no hay razón para sacar pecho, sino reclamar las inversiones que garanticen la competitividad regional. El Gobierno murciano argumenta que había que priorizar y que su apuesta para 2015 es la llegada del AVE. Si actuara con habilidad debería aprovechar la fase de tramitación de enmiendas para que la partida dedicada al soterramiento incluya una cantidad para las obras de la segunda fase, lo que daría credibilidad a la promesa de Fomento de que la cubierta será integral. Más cruda es la situación del aeropuerto de Corvera, cuya apertura está en el aire. Bruselas se resiste a autorizar una ayuda pública a un aeropuerto de gestión privada, hay 36 millones que Aena exige para cerrar San Javier, que nadie quiere pagar, y luego queda el lío jurídico de la devolución de la concesión. La situación es todavía peor que hace año y medio, con 20.000 euros al día que pagan los murcianos por el interés del aval asumido por la Comunidad. Y, mientras, San Javier perdiendo pasajeros.