Solo pasaron 48 horas desde que Rajoy aludió el domingo en Murcia a la corrupción como ‘unas pocas cosas’ a pedir perdón en el Senado a todos los ciudadanos. Sus esfuerzos por proyectar la idea de que no es un problema sistémico en España se vinieron abajo cuando el juez Velasco inició el lunes otra macrooperación con 51 detenidos. Entre otros, el exnúmero 2 del PP en Madrid, seis alcaldes de esa comunidad, el presidente de la Diputación de León y varios altos cargos de la Consejería de Turismo, con la que contactó el exalcalde de Cartagena y amigo de Pilar Barreiro, José Antonio Alonso, al que el juez acusa de encabezar una trama de tráfico de influencias, entre otros cinco presuntos delitos más. La operación de la Audiencia Nacional no fue la única mala noticia del lunes para Rajoy. Pronto empezó a filtrarse el barómetro del CIS que será público mañana y que señala a Podemos como segunda fuerza en intención de voto, cerca ya del PP. La presión de algunos barones, preocupados por sus expectativas electorales y hartos de las corruptelas que deja Esperanza Aguirre tras de sí en Madrid, dio un giro al discurso y propició la orden de suspender de militancia a todos los detenidos en la ‘Operación Púnica’. De paso, Génova se quitaba de encima a los alcaldes de Aguirre para intentar limpiar la Comunidad de Madrid, ya perdida para el PP salvo milagro en las autonómicas. La decisión, fielmente transmitida por Valcárcel y Garre, se llevó por delante a las dirigentes murcianas Mariola Martínez y Reyes Samper, que no daban crédito a lo que les estaba pasando. Pese al arrebato de Rajoy, los diarios conservadores de Madrid estallaron el martes. En algún editorial se leía un aviso a navegantes: «Si no llega la reacción seria y sentida que exigimos, al PP solo le quedarán dos horizontes: o relevar a su cúpula actual o resignarse a que la sociedad condene en las urnas su carencia de reflejos y principios». En Murcia, Rajoy volvió a evidenciar su cara y su cruz. Tiene la sensatez de un eficiente contable, pero una nula empatía social, esa que le lleva a no visitar un comedor de Cáritas y a exhibir un discurso distante y sin alma, para provecho de populistas y demagogos que dominan la comunicación emocional. Esperanza Aguirre, que huele a distancia la sangre como los tiburones, ya ha lanzado la especie de que quizá no sea el mejor candidato en 2015. El PP camina junto a un precipicio y algunos empiezan a sentir el vértigo. De hecho, las filas ya no están tan prietas. También aquí. Ya pueden darse prisa en adoptar medidas creíbles y fijar criterios coherentes y comprensibles para la opinión pública a la hora de asumir responsabilidades. Porque lo peor en materia judicial en la Región quizá aún está por venir. La semana empezó con la ‘Operación Púnica’ y acabó con el caso ‘Roblecillo’ y sus 31 imputados en Caravaca. ‘Unas pocas cosas’ por las que nadie pide disculpas y, lo que es peor, de las que apenas se dan explicaciones públicas.