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El sentido común

Han corrido ríos de tinta en los últimos años sobre la influencia del ensayo ‘¡Indignaos¡’ de Stephane Hessel en las protestas sociales contra la crisis en Europa, pero aún está lejos del impacto que tuvo otro, redactado siglos antes por Thomas Paine. Fechado en 1776 y titulado ‘El Sentido Común’, ese corto escrito allanó el camino de la Declaración de Independencia de Estados Unidos y contiene los mimbres ideológicos fundamentales para entender la relación entre el pueblo estadounidense y sus instituciones de gobierno. Según Paine, el gobierno es un mal necesario para garantizar la libertad y la seguridad de los ciudadanos. «La sociedad es el resultado de nuestras necesidades, y el gobierno el de nuestras iniquidades. El gobierno es como el vestido, la divisa de la inocencia perdida. Los palacios de los reyes están edificados sobre las ruinas del paraíso», decía ese escrito que George Washington hacía leer a sus soldados. En España hay muchos políticos con vocación de servicio público y que asumen que perpetuarse en el poder y en los aparatos de los partidos solo trae problemas a la sociedad a la que se deben. Lo pernicioso es que también hay otros muchos que pierden la noción de lo que son y de dónde vienen, entrando en un bucle delirante donde el mundo gira a su alrededor y la interpretación de la realidad se hace en clave personal. Los estadounidenses lo tuvieron claro y en 1951 enmendaron su Constitución para que los presidentes solo puedan ser reelegidos una vez. En su breve etapa de gobierno, la aportación más relevante de Garre ha sido precisamente limitar la duración de los mandatos presidenciales. Y es que cuando uno pasa la mayor parte de su vida en un palacio es difícil no acabar creyéndose un rey. Está en la naturaleza humana. Poner un techo temporal por ley, como se ha hecho en la Región, fue una decisión más que acertada. Ya puestos a mejorar la confianza ciudadana en el Gobierno, Garre debería haber dado pasos en la rendición de cuentas, como ha hecho con la ley de transparencia, una norma que en este caso servirá de poco si no impregna toda la acción del Ejecutivo. Que no se hayan dado a conocer, por ejemplo, las listas de espera de la sanidad es a día de hoy inexplicable y reprochable. En los últimos días, el Ejecutivo regional informó con celeridad y claridad de la dimisión del consejero Campos y de la compleja situación del aeropuerto de Corvera, pero debía haber solicitado ya una comparecencia ante la Asamblea para informar a la oposición y someterse a su control, sin esperar a que ésta, con toda legitimidad y razones de peso, reclame la presencia de Garre, responsable máximo de los éxitos y los fracasos de su Ejecutivo. La relación entre la sociedad y el gobierno atañe a ambas partes y, de momento, da la impresión de que solo si hubiese una nítida exigencia ciudadana se reformaría el Reglamento de la cámara regional para que la rendición de cuentas esté mejor reglada y sea más frecuente.

Las claves de la actualidad analizadas por el director editorial de La Verdad

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