Cuando los sondeos en EE UU reflejan un claro vencedor y un nítido perdedor, la reacción de los votantes indecisos a veces es diametralmente opuesta. O se suben al carro ganador (el llamado efecto ‘Bandwagon’ o de arrastre) o respaldan a quien lleva las de perder (el efecto ‘Underdog’). Los políticos suelen preferir que las encuestas les den vencedores. Y es que, por regla general, al elector indeciso le gusta más sumarse al tren de la mayoría. Pero tampoco quieren victorias aplastantes en los sondeos porque generan exceso de confianza en los afínes y desmovilizan a los militantes que traen el voto de última hora, en algunos casos, casa por casa. Cada papeleta cuenta, sobre todo si se busca la mayoría absoluta, como quiere el PP regional. Los resultados del Cemop dan una victoria insuficiente a Pedro Antonio Sánchez por el ‘efecto Rivera’ y las tres ideas-fuerza que propulsa la marca Ciudadanos. Nadie sabe hoy cuánto combustible le queda al cohete naranja. Si ha tocado techo o si explotará en el aire por la torpeza de alguno. Todo va a depender, pues, del voto oculto, que suele beneficiar a los grandes, y de la bolsa de indecisos. Ellos darán o quitarán la mayoría y serán claves para la formación de gobierno. El problema para los partidos es cómo llegar a ellos. Son los menos interesados en política y no la siguen por los medios de comunicación. Azuzar el voto del miedo, apelar al voto útil o intentar ilusionar con la idea de cambio son viejas estrategias para persuadir a los que aún dudan. Uno de cada tres, según el CIS. Todo se va a decidir el 24M. Esta vez sí. Por algo será.