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El cielo por asalto

La indefinición y la ambigüedad en la que se mueve la nueva izquierda más allá del PSOE permite afirmar una cosa y la contraria. Por eso lo que en España es rescatar a los bancos, en Grecia es un rescate ciudadano

Julio Camba, el mejor cronista viajero, descreído e irónico que dio el periodismo español en el siglo XX, junto a Josep Pla, limitaba la esencia de los cambios políticos en España al cambio de los nombres de las calles, «lo cual -decía- siempre es un engorro». En 1937, Manuel Azaña lo señaló con claridad como un vicio político español: «Una de las primeras cosas que hace en nuestro país cualquier movimiento político es cambiar el nombre de las calles. Inocente manía, que parece responder a la ilusión de borrar el pasado hasta en sus vestigios más anodinos y apoderarse del presente y del mañana». En eso parece estar ocupado el equipo de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, en cumplimiento estricto, según aseguran, de la Ley de la Memoria Histórica, lo cual no deja de tener su aquél recordando la laxitud que mostró su homóloga en Barcelona, Ada Colau, sobre el principio de legalidad, la columna del estado de derecho: «Si hay que desobedecer leyes injustas, se desobedecen».

La indefinición y la ambigüedad en la que se mueve la nueva izquierda más allá del PSOE permite afirmar una cosa y la contraria. Por eso lo que en España es rescatar a los bancos, en Grecia es un rescate ciudadano. Y proponer a Bruselas un plan de ayuda para Grecia, casi idéntico al rechazado en las urnas cinco días antes, sigue siendo un triunfo de la democracia. El populismo se abona a todo tipo de malabarismos ideológicos y demagógicos si sirven para ocupar el poder o empezar a gestionarlo. De eso va todo. De tomar «el cielo por asalto», como dijo Pablo Iglesias. Si Juan Carlos Monedero definía su proyecto como ‘Leninismo amable’ y el líder de Podemos se reconoce cómodo en la socialdemocracia es porque la meta es el poder. Pasar de abajo a arriba, aunque no esté claro para qué. A Iglesias hay reconocerle que no oculta sus fines y sus pragmáticos métodos. De ahí sus pactos con el PSOE para desalojar al PP en todas las comunidades tras el 24M. Y también su rechazo el pasado viernes a unirse con la nueva plataforma ‘Ahora en Común’, inspirada en las listas de formaciones y movimientos sociales que triunfaron Madrid y Barcelona. Su razón para el ‘no’ es elocuente: «Con una coalición de izquierdas ganar sería imposible». El líder de Podemos supedita incluso la gestión interna de su partido al mismo fin. Ahí está su polémico sistema de primarias para conformar las listas al Congreso de los Diputados, con una única circunscripción a nivel estatal, en lugar de permitir que los inscritos en cada provincia escojan a sus candidatos en votaciones diferenciadas. Un método controvertido, porque al haber solo mecanismos correctores en Cataluña, la Comunidad Valenciana y Galicia, no se garantizaría, por ejemplo, un mínimo número de candidatos de la Región de Murcia, Extremadura o Asturias. Además se pueden votar ‘listas planchas’, equipos completos con un solo ‘click’, lo que favorece, según los críticos, a las más arropadas por Iglesias. Un sistema, a la postre, que prioriza el control del partido desde arriba por quien está convencido de que solo él y sus próximos saben cómo ganar las generales.

Cada día que pasa, sin embargo, Iglesias tendrá más difícil contener sus rebeliones internas y convencer a los votantes de que su partido es, sencillamente, el que representa a la «gente». Las primeras decisiones y polémicas que envuelven a las listas de unidad popular en Madrid y Barcelona, aunque ajenas a Podemos, no le ayudan. Muchos de los que apoyaron a la formación magenta en las europeas y las municipales se preguntan ya para qué quiere Iglesias el poder y cuál es su verdadero proyecto de país detrás de ese cóctel de gestos e ideas-fuerza ideadas por politólogos, expertos en marketing y telegenia. Podemos se benefició de su gran capacidad de empatía social en una ciudadanía ávida de cambios, pero ésta ahora espera de todos los partidos una responsable administración de la dispersión del voto, una capacidad contrastada para pactar con presteza y solvencia y sobre todo la resolución de todos sus problemas económicos, sociales y políticos. Su famoso ‘tic tac tic tac’ corre para todos. También para él.

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