La capacidad de Artur Mas para generar división ni tiene precedentes ni conoce límites. Una vez destruido el catalanismo integrador que antaño representaba CiU, ha generado todo tipo de tensiones y escisiones en el PSC, en ICV y en Unió para finalmente, el pasado domingo, partir por la mitad a los anticapitalistas de la CUP. En el colmo de los despropósitos, Mas había dejado en manos de tres mil antisistema el futuro del Gobierno catalán y su continuidad al frente del proceso independentista, aunque la formación que representa al 8% de los catalanes fue incapaz de decantar una decisión después de tres votaciones. Un empate de comedia para un trágico desgobierno que dura tres meses. A Mas ya solo le falta dividir el átomo, escuché el domingo. Al tiempo.