Lejos de contribuir a sensibilizar a la opinión pública sobre el drama de los refugiados sirios, el acto celebrado ayer en dependencias de la Comunidad con las primeras familias que son acogidas en la Región quedó circunscrito a una emotiva foto con la consejera de Familia y un breve mensaje de agradecimiento de Hayat, una de las mujeres que ha logrado escapar del avispero sirio. Ante la falta de contenido y de mensajes de utilidad pública, en un acto a la postre completamente innecesario, sobre todo para estas familias, se amontonan algunos interrogantes ¿Por qué Cruz Roja se presta a una petición de la Consejería y luego, una vez fotografiados hasta la extenuación, decide que no cabe hacer preguntas a los refugiados para «proteger su intimidad»? ¿Acaso cabe desprotegerla un poco para que un político se haga una foto? ¿Por qué Cruz Roja y la Consejería convocan a periodistas si de antemano no se nos va a permitir ejercer el trabajo que esperan nuestros lectores? ¿Qué tipo de preguntas y respuestas querían evitarse? En definitiva, ¿por qué y para qué este acto?
Los lectores de ‘La Verdad’ conocen bien la situación en Siria. Desde hace años, nuestro corresponsal en Oriente Medio, Mikel Ayestarán, que compartimos los diarios del grupo Vocento, ha viajado frecuentemente a ese país para relatar de primera mano el horror y hablar con las víctimas de esta cruel tragedia, sorteando todo tipo de obstáculos y poniendo en peligro su propio pellejo para cumplir con su obligación de informar. Pero la de ayer fue una oportunidad perdida para conocer de forma directa la opinión de quienes llevaban mucho tiempo esperando en el Líbano o en Turquía a que la Unión Europea pusiera en marcha su controvertida y varias veces demorada operación de acogida.
Habría sido entendible que Cruz Roja, una organización con una labor humanitaria intachable, hubiera optado por eludir un acto de estas características para que estas familias se recuperen cuanto antes en la intimidad. Lo que es incomprensible es optar por una exposición pública que acaba en una exhibición gratuita del dolor ajeno y que en nada beneficia a las víctimas y a la comprensión de su drama. Estoy convencido de que no hubo mala fe en los convocantes, pero desde luego ayer lo hicieron rematadamente mal en un tema muy sensible.