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Duelo al sol

Es difícil imaginarse a Podemos sin el liderazgo de Pablo Iglesias, pero también resultaba inimaginable hace unos meses que fuera él mismo quien iba a conducir a su partido directamente hasta el borde de un abismo. En la cita de Vistalegre no solo está en juego su continuidad al frente de Podemos, por su empeño en convertir este congreso en un plebiscito sobre su persona, en un ‘o yo o Errejón’, sino las propias expectativas de la formación morada a medio y largo plazo. El problema de fondo no es que haya dos proyectos en discusión, sino que la democrática confrontación interna de ideas, estrategias y propuestas ha derivado finalmente en una especie de duelo al sol entre él y su secretario político, un todo o nada aventado públicamente a cañonazos en los últimos meses y cuyo resultado se conocerá hoy en directo, con alta probabilidad de que uno de los dos pistoleros no sobreviva políticamente. A nadie le puede extrañar que la opinión pública haya percibido estas diferencias estratégicas y de organización como una auténtica pugna por el poder en la formación morada, totalmente alejada de las inquietudes de los ciudadanos, incluidos muchos de sus cinco millones de votantes en las últimas generales. Que miembros del 15M hayan declarado en la víspera de Vistalegre que hoy no se ven representados por Podemos, el partido que supo aprovechar esa ola de indignación ciudadana, es sintomático de su delicada situación.

El relato de ‘pablistas’ y ‘errejonistas’ es bien distinto, pero desde la distancia se observan sobrados argumentos de fondo para esa rebelión interna. En junio pasado, Iglesias empezó a cometer errores políticos y no ha parado desde entonces. Hay que retrotraerse a esa rueda de prensa donde reclamaba la vicepresidencia y varios ministerios claves para llegar a un pacto de investidura del PSOE de Pedro Sánchez y al llamado ‘pacto de los botellines’ con IU, una alianza para lograr el ‘sorpasso’ que resultó fallida y dejó a Podemos sin la vitola de transversalidad que atrajo a muchos jóvenes votantes, desvelando al tiempo una obsesiva fijación de Iglesias por conquistar el poder a toda costa y lo más rápidamente posible. Luego llegaron las purgas a los errejonistas, una vez derrotados en las elecciones de Madrid, que sacaron a la luz los tics autoritarios y poco respetuosos con la pluralidad del hasta entonces indiscutido líder. El Comité de Garantías Democráticas, el órgano independiente que debe velar por una participación igualitaria en Podemos, quedó luego en entredicho cuando avaló la acumulación de cargos de Ramón Espinar, secretario general de Madrid, diputado autonómico y senador. Un comité presidido por quien es, al mismo tiempo, vicepresidenta del Congreso de los Diputados y letrada de la formación morada. Con esa discutida acumulación de cargos era esperable que los círculos, la base de ese partido, terminaran por dudar de la participación igualitaria en ese partido. La situación en las organizaciones territoriales también era propicia para el malestar interno. La concentración de poder en Madrid es manifiesta. Aunque la representación territorial estaba garantizada en el Consejo Estatal Ciudadano, la autonomía funcional y orgánica es limitada. Por no hablar de los recursos económicos. Hasta el 30% de los fondos obtenidos territorialmente se destinaban al sostenimiento estatal del partido, para desesperación de los círculos locales.

La dialéctica de la división alentada en la antesala de Vistalegre le pasará factura a Podemos, cualquiera que sea hoy el desenlace. Si al PSOE le quedan muchos meses de coser heridas, a Podemos le aguarda un escenario no menos problemático. Entre otras razones porque esa fractura entre Iglesias y Errejón se ha replicado en algunos territorios. En la Región de Murcia, que podía presumir de cohesión interna, se han escenificado ambos frentes, con el secretario general Óscar Urralburu del lado ‘errejonista’ y el diputado Javier Sánchez apoyando a los ‘pablistas’. Y a todo esto, con la eurodiputada Lola Sánchez dispuesta a plantearle batalla a Urralburu por la dirección regional. En un tiempo récord, a Podemos le han brotado todos los males de los partidos políticos tradicionales a los que aspiraba a sustituir. Ahora le ha llegado el momento de demostrar si su nacimiento y exitosa infancia no fue producto de un momento coyuntural en la fase más aguda de la crisis. Pese a las llamadas de ayer a la unidad en Vistalegre, el pronóstico es reservado.

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