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Talento de exportación

Sin una ley de universidades bien planificada, un giro en el modelo productivo y un plan de I+D+i será difícil que dejemos de ser la tercera comunidad con los salarios más bajos, una desigualdad aún más dura para las mujeres

No han sido pocas las ocasiones en las que el lector de ‘La Verdad’ se ha encontrado reportajes de jóvenes investigadores murcianos realizando ciencia puntera en centros de referencia internacional. En esta edición dominical les mostramos a una decena de ingenieros informáticos formados en la Región, la mayoría exalumnos de la Facultad de Informática de la Universidad de Murcia, que han conseguido hacerse un hueco profesional en multinacionales como Toyota, WhatsApp, Amazon o en organismos públicos de investigación de la talla del CERN en Suiza. Son jóvenes excelentemente preparados que están siendo protagonistas, en distintos puntos del planeta, del veloz proceso de transformación digital y de la irrupción de la nueva economía globalizada basada en la innovación tecnológica. No hay fronteras para el talento y el esfuerzo. Afortunadamente. Porque aquí, en España, y especialmente en nuestra región, encuentran contadas oportunidades para desplegar sus conocimientos adquiridos. No hay apenas sitio en el modelo productivo de la Región de Murcia para la nueva hornada de jóvenes que apuestan por la innovación tecnológica, lo que desincentiva la incorporación de alumnos a los estudios superiores que serán el trampolín para los empleos más demandados a corto y medio plazo. Es un problema que ya sufren en sus carnes los responsables de la UPCT, que han puesto en marcha varias iniciativas para fomentar las vocaciones tecnológicas, fundamentalmente entre las mujeres. Ojalá sirva este reportaje para inspirar a nuestros jóvenes. Les va mucho en ello. En realidad, a todos, si aspiramos a una sociedad competitiva. La lectura positiva es que, en determinados grados universitarios, la formación recibida en los centros de enseñanza superior de la Región es de muy alta calidad. Dicho eso no cabe, lamentablemente, generalizar y sacar pecho. Los resultados del último ‘ranking’ CYD de la Fundación Conocimiento y Desarrollo sitúan el sistema universitario murciano, integrado por las dos públicas y la privada, en el escalón más bajo por comunidades autónomas, una vez analizados los rendimientos en enseñanza y aprendizaje, investigación, transferencia de conocimiento, orientación internacional y contribución al desarrollo regional. Siempre envueltos en la polémica, los discutidos ‘rankings’ académicos muestran las fortalezas, pero también las vergüenzas. Ocultarlas solo sirve para autoengañarse. De ellos hay que extraer reflexiones y actuar con eficiencia y sin dramatismos para huir de los cortoplacismos y actuar con ambición en la fijación de objetivos. A día de hoy son un motivo más que evidente de la necesaria nueva ley regional de universidades, de dar una vuelta de tuerca al debate sobre el modelo productivo regional y de elaborar un plan autonómico de I+D+i que no termina de llegar.

A vueltas con la brecha salarial

Si no se pone en marcha todo lo anterior va a ser complicado lograr que la Región deje a medio plazo de ser la tercera comunidad con los salarios más bajos de España. Ni tampoco se conseguirá reducir la brecha salarial entre hombres y mujeres, que muestra en nuestra comunidad una desviación del 26%. A nivel nacional, las diferencias laborales entre hombres y mujeres no se limitan a lo que cobran por sus empleos. En casi todas las variables del mercado, ellas se llevan la peor parte. El paro femenino crece con la recuperación y supera en 15 puntos al masculino. La tasa de actividad es 10 puntos inferior a la masculina. Tres de cada cuatro empleos a tiempo parcial son ocupados por mujeres. Y ellas asumen nueve de cada diez reducciones de empleo para el cuidado de hijos o dependientes. El Gobierno autonómico acaba de darse un plazo de un mes para pactar con los agentes sociales un plan de lucha contra la desigualdad y la brecha salarial. Todas las medidas puestas sobre la mesa parecen positivas para favorecer la igualdad, pero poco podrán conseguir si las ocupaciones peor pagadas, en sectores como la agricultura o la hostelería, continúan siendo desempeñadas mayoritariamente por mujeres. Aunque los factores que inciden en la brecha salarial son múltiples, entre ellos también figura la elección de estudios, tanto en FP como en la Universidad. En ambos casos no se ha logrado todavía atraer a mujeres en la proporción necesaria a los cursos y grados más técnicos, que en muchos casos son los más demandados y mejor remunerados por las empresas.

Retener el talento

El crecimiento económico y la generación de empleo son el punto de partida a fin de encarar esos retos, pero ambas premisas resultan insuficientes para restañar las desigualdades que la extendida precariedad salarial y la temporalidad llevan asociadas. Si debido a la digitalización una parte importante de los empleos tradicionales van camino de desaparecer, hace tiempo que la educación debería estar adaptándose al mercado laboral que se avecina. No es suficiente con conectar todas las escuelas a internet con banda ancha. O estimular las vocaciones tecnológicas desde edades tempranas. Hacen falta, además, oportunidades laborales propiciadas por un tejido productivo adaptado a los nuevos tiempos. Solo así la búsqueda de un puesto de trabajo en el extranjero se convertirá en una elección personal, y no en un forzoso exilio por la ausencia de horizontes profesionales en nuestra tierra. Demasiado talento formado eficazmente con dinero público se nos va fuera. Con lo que está por venir, el mayor de los errores sería creer que estamos sobrados de capital humano.

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