El necio disfruta ahora de balcones a la calle en el ‘picoesquina’ de Twitter y Facebook, donde queda durante años un rastro de todas las estulticias lanzadas al vacío. Algunos, como Quim Torra, a la memez le añaden xenofobia y supremacismo
En los tiempos del servicio militar obligatorio quedó acuñada una frase que se oía indefectiblemente cuando a algún recluta patoso se le disparaba el ‘cetme’: las armas las carga el diablo y las dispara un idiota. Ahora que la ‘mili’ es historia, el diablo se entretiene con las redes sociales. No faltan patanes, al abrigo del anonimato o a cara descubierta, dispuestos a accionar el gatillo de forma intencionada o por el mero placer de jugar con fuego. Me decía un amigo que en épocas pretéritas, hasta la edad de reclutamiento forzoso, la mayoría pensaba que en España, de media, había un tonto por pueblo o por barrio. Pero en cuanto uno salía de casa constataba que la necedad carece de límites numéricos y geográficos. «Stultorum sunt plena omnia», ya dijo Cicerón al constatar que abundaba por doquier. «Siempre e inevitablemente cualquiera de nosotros subestima el número de individuos estúpidos en circulación», señalaba la segunda de las cinco leyes de la teoría de la estupidez, formulada en 1988 por el historiador y economista italiano Carlo M. Cipolla. Ahora que estamos digitalmente conectados en la aldea global no queda ninguna duda al respecto. Pero como los tiempos cambian, el bobo contemporáneo tiene en su contra el hecho de que sus memeces e insultos dejan un rastro en la Red. En lugar del eco del tiro al aire y la cara de ‘qué ha pasao’, que se esfumaban al poco tiempo, el necio disfruta ahora de balcones a la calle en el ‘picoesquina’ de Twitter y Facebook, donde queda durante años una huella digital con las estulticias lanzadas al vacío. A la necedad, algunos suman otros rasgos aún más negativos, como la xenofobia y el supremacismo. De ahí que hoy cabe preguntarse: ¿No había otro candidato más idóneo para presidir la Generalitat de Cataluña que un tipo capaz de escribir públicamente que los españoles somos bestias, carroñeros y hienas «con pequeños baches en el ADN»? Solamente un necio puede clamar que Cataluña vive «ocupada por los españoles desde 1714». O que «el fascismo de los españoles que viven en Catalunya es infinitamente patético, repulsivo y burdo». Quim Torra, el president títere de Puigdemont, estaría deslegitimado para cualquier puesto público con semejante legado de citas xenófobas, pero su elección es una prueba más de que los independentistas se han lanzado a un plan premeditado de confrontación.
Cipolla, el autor de la satírica teoría de la estupidez, dividía a los individuos en cuatro grupos (incautos, inteligentes, estúpidos y malvados) en función de los beneficios y pérdidas que producen para sí y para los demás. Y mantenía que, desde el punto de vista estrictamente económico, es preferible un malvado a un estúpido porque las actividades del segundo no presuponen beneficio para nadie. Ni siquiera para ellos. Malvados y necios se reparten los roles en esta nueva fase del ‘procés’. Si Puigdemont ha elegido a Quim Torra, con todo su largo historial de execrables necedades, es porque sencillamente le conviene personalmente a él. Veremos si también a la causa independentista. De momento, la elección de un individuo que tiene como referentes históricos a nacionalistas conservadores de corte filofascista le ha hecho un favor inesperado al Gobierno de Rajoy en Europa. Por su perfil xenófobo y radical, el respaldo al independentismo catalán empieza a difuminarse en países donde el relato victimista de Puigdemont se había impuesto a las razones de Estado de España. Cuestión diferente es el panorama doméstico que se abre. El tándem Puigdemont-Torra no augura nada positivo en términos políticos y sociales, como se vio ayer con la elección de dos políticos huidos de la Justicia y otros dos presos como consejeros del Gobierno catalán.
Mientras, la huella digital se asienta como pieza clave curricular. No solo a Torra le pasa factura. No son pocos quienes han perdido su trabajo o su puesto político por su rastro en internet. Algunos quisieron limpiar su reputación ‘online’ y salieron aún peor parados, como los populares Pilar Barreiro y Pedro Antonio Sánchez. Ahora la tormenta descarga sobre Podemos al conocerse la compra por Pablo Iglesias e Irene Montero de un chalé de más de 600.000 euros en la sierra de Madrid. El ‘proyecto familiar’ de Iglesias se ha convertido en un serio problema discursivo para el proyecto político de Podemos, aupado en el relato populista de la ‘casta’ que encarnó quien se presentaba hasta hace días como un activista orgulloso de su barrio obrero. El problema ya no es tanto el chalé con piscina, ni la almibarada narrativa de su plan aspiracional de vida, como la huella digital de esos comentarios en las redes sociales que ahora se vuelven en contra de quien, aparentemente, parecía confiado en seguir muchos años instalado en la política para hacer frente a la hipoteca de marras. Someter su continuidad a una consulta a las bases es una forma de salir del lío que traslada toda la responsabilidad a su militancia. No está escrito en ningún lado que los líderes de la izquierda tengan voto de pobreza. Pero también están sometidos al escrutinio entre sus palabras y sus hechos. Y la discrepancia entre las críticas a otros y los actos propios dejan en este caso un poso de incoherencia que roza la impostura.