Nuestro modelo productivo dista de ser perfecto, pero es mejor que el previo a 2008, excesivamente sustentado en la construcción. Y, sin embargo, la Región que sale de la crisis es más desigual que la que se hundió en ella hace una década
La economía española crece de manera sostenida desde 2014 tirando de la creación de empleo. Sin embargo, esos vientos de bonanza no alcanzan a los salarios. Sucede también en otros países, aunque en España lo hace con especial fuerza: nuestra exitosa pero dura receta para superar la crisis fue una fuerte devaluación interna. En buena parte, a través de recortes salariales. Tan importante fue la contención de los sueldos que al final salimos de la recesión con uno de los mejores índices de productividad de la UE. Es verdad que no fue el único factor que permitió ganar competitividad a las empresas. También influyeron decisivamente la internacionalización, la gestión prudente, el desapalancamiento de deuda…. Pero sin el sacrificio de los trabajadores, que aceptaron apretarse el cinturón cuando las cosas venían muy mal dadas, hubiera sido imposible sobrevivir a esta travesía por los más duros tiempos de recesión que se recuerdan. Hoy, nuestro modelo productivo dista de ser perfecto, aunque es mejor que el de antes de 2008, excesivamente sustentado en la construcción. Y sin embargo, la Región Murcia que sale de la crisis es más desigual que la que se hundió en ella.
La brecha entre las rentas altas y bajas se ha agudizado con la globalización y la digitalización. Es un fenómeno mundial, aunque la desigualdad no es homogénea territorialmente. En España, las políticas de austeridad sanearon el déficit público, si bien dejando tocado el estado del bienestar y diezmando a las clases medias. Dejamos atrás el túnel, pero el paisaje es muy diferente. Ahora encontrar empleo ya no es suficiente para salir de la pobreza. De hecho, existe un nuevo colectivo social, los trabajadores pobres, nacido del enquistamiento de la precariedad salarial. Eso contribuye a explicar la modesta reducción de la pobreza en la Región, con una tercera parte de la población en situación de vulnerabilidad. Según los datos conocidos esta semana, hoy somos la cuarta comunidad con mayor población en riesgo. Mientras, 95.000 murcianos directamente se hallan en situación de pobreza severa. A la vista está que encaramos un serio problema social.
La desigualdad y la pobreza son lacras sin solución a corto plazo, pues tienen raíces profundas en nuestro modelo productivo y educativo. Con precariedad laboral y salarial, ambas se perpetúan. Por eso fue muy positivo que todos los agentes sociales asumieran al inicio de este año que la subida de los salarios ya no admitía más demoras. Meses después, en junio pasado, CEOE y los sindicatos UGT y CC OO pactaron tres años de incrementos salariales de un 2% más un 1% adicional en función de beneficios, productividad y absentismo. En el mismo preacuerdo se acordó llegar a 2020 con un salario mínimo en convenio de 14.000 euros al año (1.000 euros mensuales incluyendo pagas extras).
Sin embargo, el pacto entre el Gobierno socialista y Podemos de cara a los Presupuestos del Estado ha ido un paso más allá, al proponer que el salario mínimo interprofesional (SMI) suba a 900 euros mensuales en 2019, con el fin de alcanzar los 1.000 en 2020, 185 euros más que con la subida gradual prevista por el Gobierno de Rajoy. Con esa propuesta, el consenso entre los agentes sociales se ha resquebrajado. Los empresarios mantienen que interfiere en el diálogo social y advierten de que esa subida del SMI afectará negativamente a la contratación pública pactada con las empresas y en los convenios colectivos en vigor. Las primeras reacciones de los autónomos fueron de cierta alarma, al temer que los trabajadores por cuenta propia que cotizan por la base mínima deberían pagar 420 euros más al año con la subida del SMI. Con la adecuación de las cotizaciones a los ingresos reales a partir de enero, ese riesgo desaparece. Sin embargo, hay un millón de autónomos que son empleadores, la mayoría con uno o dos trabajadores, y que tendrán que asumir, si pueden, un incremento del 22% de los costes salariales. Hasta ahora, el SMI no ha tenido un efecto sensible en el mercado de trabajo porque se consideraba muy bajo, pero con la mayor subida desde 1977 sus efectos, tanto positivos como negativos, podrían ser sensibles. Lo cierto es que los economistas no parecen ponerse muy de acuerdo en este asunto, que se ha convertido en uno de los puntos más espinosos de los Presupuestos del Estado. Veremos en cuestión de semanas en qué queda todo.
Entretanto, los sindicatos y los empresarios de Croem deberían impulsar los convenios colectivos regionales. Porque del medio centenar existente, veintinueve aún están pendientes de negociación. Toca ponerse a trabajar en ello. Se mire como se mire, no es de recibo que hoy un trabajador murciano cobre 250 euros menos que la media en España.