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París, Madrid, Cartagena

Da la impresión de que las direcciones nacionales de los partidos votaron lo que votaron para demostrar hasta dónde están dispuestos a llegar en la Comunidad madrileña. Ese papel de cobayas que se nos asigna es difícil de digerir

El gran Josep Pla decía que, realmente, él fumaba para buscar adjetivos. Durante el tiempo que tardaba en liar un cigarro, el escritor ampurdanés le daba un repaso mentalmente al diccionario hasta decidir cuál era el adjetivo más adecuado para acompañar a un sustantivo. Pla no paró de escribir y no paró de fumar, ambas cosas hasta en la cama, a lo largo de toda su vida. Pero a pesar de su voraz grafomanía, siempre que tomaba la pluma hacía un ejercicio de contención y reflexión para acertar con la palabra justa. Es precisamente la contención, en el uso del poder institucional y en general en el ejercicio de la actividad política, uno de los dos guardarraíles fundamentales de la democracia. Según los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, el otro es la tolerancia mutua entre los actores políticos. Ni uno ni otro se están respetando demasiado por PP, Ciudadanos y Vox en el tortuoso proceso para la investidura de Fernando López Miras. Y eso explica, en buena parte, su rotundo fracaso, el primero en la historia de la democracia en la Región de Murcia.

La incontinencia declarativa se desató cuando menos le convenía al aspirante. En la víspera del día clave en la Asamblea Regional. Desde la cuenta oficial de Vox en Twitter, los de Abascal calificaron de «sinvergüenza» y «lameculos» a Albert Rivera. Y el día después, justo cuando el PP había logrado sentar por primera vez a representantes de Cs y Vox a una misma mesa, el naranja Juan Carlos Girauta dinamitó la reunión al rebajarla públicamente a la categoría de un simple encuentro para tomar café. Las lindezas, que antes y después de esta temporalmente fallida investidura se están regalando los partidos de las derechas, ponen muy cuesta arriba la consecución de un acuerdo a tres. Pero más allá de ese cruce de improperios, reveladores de una acusada inmadurez política y de un choque de egos en las cúpulas de los partidos, lo mollar es la incompatibilidad manifiesta que exhiben las formaciones naranja y verde. Es comprensible desde el punto de vista ideológico que los liberales no quieran firmar acuerdos programáticos con la ultraderecha, pero es completamente inaudito que, en estas circunstancias, piensen que Vox les va a prestar gratis su apoyo para que ocupen medio Gobierno en la Región de Murcia o en la Comunidad de Madrid. Ciudadanos es víctima de su propio cordón sanitario y del comportamiento cada vez más errático de los de Albert Rivera, que poco antes de reunirse durante cinco horas con Vox manifestaban que no harían ni el más mínimo gesto. Tampoco se entiende hasta dónde quiere llegar Vox, que un día pide presencia en el Gobierno regional, otro solamente un acuerdo programático y al tercero vuelve al punto de partida. El convencimiento de que finalmente el jueves iban a abstenerse hizo que López Miras acudiera a la investidura sin tener garantizados los apoyos, lo quedará para la posteridad como un auténtico papelón. Todo el país tenía la mirada puesta en Cartagena y pudo asistir en directo a una jornada ridícula en la Asamblea, con un aspirante a la presidencia con los brazos abiertos a Vox y un portavoz de este partido diciendo que había acuerdo en un 95%, pero que la investidura, mejor hoy no, que mañana ya si eso. Un día después nos enteraríamos de que Pablo Casado estaba reunido con Abascal y de que Iván Espinosa de los Monteros lo estuvo con José Manuel Villegas en los momentos previos a la votación en la Asamblea. Visto lo visto, ni adrede lo pudieron hacer peor (la culpa del fiasco luego será de un becario de verano o, ya puestos, de Macron y ese maligno eje París-Madrid, que diría Vox. La próxima vez, porque habrá tercer intento, que alguien envíe a la Región al sargento Arensivia en misión especial y completamos una comedia bufa).

Lo peor de lo que está ocurriendo en la Región de Murcia es la sensación de que esta batalla es un aviso, una especie de ensayo para lo que realmente preocupa a los líderes nacionales, que es la pugna por el Gobierno de Madrid. Da la impresión de que las direcciones nacionales de los partidos han exhibido sus cartas y votado lo que han votado en la Asamblea para demostrar hasta dónde están dispuestos a llegar en la negociación por la Comunidad madrileña. Este papel de cobayas que se nos asigna a los ciudadanos de la Región de Murcia resulta difícil de digerir. Porque ya era bastante estomagante observar el papel de meras comparsas que están desempeñando los líderes regionales, que a estas alturas ni se esfuerzan en ocultar su falta de autonomía para tomar decisiones y reciben la visita de tutela de Teodoro García (PP), Fran Hervías (Cs) o un tal Enrique Cabanas (Vox). Lo cierto es que ha pasado un mes desde las elecciones autonómicas y todavía no hay gobierno regional. Los plazos legales han comenzado a correr en la Asamblea, de tal modo que, de no haber investidura en dos meses, estaremos abocados a nuevas elecciones regionales. El mensaje de las urnas fue nítido: los partidos políticos debían pactar para alcanzar un acuerdo que permita la formación de un Ejecutivo estable. Háganlo de una vez.

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