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Credibilidad

El decreto del Ministerio que da estabilidad a miles de productores de energía fotovoltaica es digno de aplauso, pero no cabe decir lo mismo de la anulación del decreto de sequía, en base a un dictamen del Consejo de Estado que nunca existió

 

Bismarck tenía razón: nunca se miente tanto como antes de unas elecciones, durante una guerra y después de una cacería. Mentir es mucho más grave en política que incumplir lo prometido, pero es difícil saber cuándo estamos ante lo primero y cuándo ante lo segundo. Por esa razón, las consecuencias son similares en ambos casos: una inmediata pérdida de credibilidad de quien incurra en cualquiera de esos dos pecados capitales. Lo grave es que nuestra memoria colectiva es hoy tan frágil y tiene una vida tan corta que a la mayoría de los ciudadanos se nos olvida quién ha faltado a la verdad y quién no ha hecho lo que dijo que haría, pasándose de inmediato la gravosa factura de esos comportamientos a toda la clase política. Y es así como, poco a poco, se genera desafecto hacia el propio sistema democrático, para disfrute de populistas radicales, de izquierdas y de derechas, que se benefician del hartazgo general gracias a su condición de novísimos y a promesas que nunca estarán en condiciones de poder cumplir.

En estos tiempos de posverdades, y como a muchos españoles, el giro copernicano de Pedro Sánchez me tiene estupefacto porque fueron muchos meses negando cualquier posibilidad de acuerdo con Podemos hasta casi el mismo día de las votaciones. Como presidente no «dormiría por la noche», decía, «junto con el 95% de los ciudadanos que tampoco se sentirían tranquilos». Sánchez tiene esa habilidad de los supervivientes natos para acomodarse a las circunstancias y adquirir la flotabilidad del corcho. Me consta que esta camaleónica identidad es especialmente complicada de gestionar para sus colaboradores, muchos de los cuales quedan ahora en entredicho. He visto a más de un ministro del actual gabinete en funciones argumentando en privado que los hechos venían demostrando la imposibilidad de un acuerdo de gobierno con Podemos por su posición en Cataluña. De ahí que calificar de «ilusionante», como hizo Sánchez, el precario preacuerdo entre PSOE y Podemos resulta cuanto menos sorprendente. El candidato socialista a la Presidencia remitió una carta sobre el pacto a sus militantes, que ayer lo refrendaron en una consulta interna, pero aún tiene pendiente una explicación a los ciudadanos sobre cómo lo imposible durante tres meses resultó luego posible en menos de 48 horas. Qué menos si el 95% de los ciudadanos puede que no se sientan tranquilos, como él mismo dijo. Es verdad que no es el momento más dulce para dar la cara tras la sentencia del caso de los ERE, que trajo una dura condena para dos expresidentes socialistas andaluces, pero es lo responsable y exigible tras ese varapalo judicial al PSOE y, sobre todo, si pretende lograr la investidura con el apoyo de los independentistas de ERC.

La credibilidad que pierde por un lado la gana parcialmente por otro, aunque en las actuales circunstancias le reporta poco provecho político personal. Sánchez dijo que eliminaría el impuesto al sol y que revertiría el ‘hachazo’ a las primas de las renovables del Gobierno de Rajoy. Y lo justo es señalar, como hemos informado esta semana, que ha cumplido lo prometido, dando estabilidad durante más de una década a unas 15.000 familias de la Región que invirtieron en el sector de las plantas fotovoltaicas. El decreto aprobado el viernes por el Ministerio de Transición Ecológica es digno de aplauso. No podemos decir lo mismo de la decisión, en la antesala de las últimas elecciones, de no prorrogar el decreto de sequía en base a una argumentación, la existencia de una objeción del Consejo de Estado, que a la luz de los documentos que publicamos este viernes no puede acreditarse porque tal dictamen no existe. Por el contrario, sí consta un escrito de la Confederación del Segura pidiendo la prórroga del decreto porque la situación había empeorado. Tras meses solicitando ese dictamen del Consejo de Estado, que se nos negaba con el argumento de que tenía carácter reservado, resulta ahora que solo fue una advertencia verbal. En política, para ser creíble hay que estar en disposición de demostrar lo que se dice para justificar una decisión. Sobre todo si afecta a un asunto clave para decenas de miles de ciudadanos.

También conviene estar muy seguro de que se puede cumplir lo que se promete. En la entrega de los premios Herentia, López Miras dijo a los empresarios que no lo hará más en asuntos que no dependen de él (se comprometió con los organizadores del Congreso de la Empresa Familiar a que el AVE estaría a tiempo para la cita). Alguien debería aconsejarle que aplique también esas cautelas a lo que está en su mano. Se habría ahorrado el revolcón que le dio el líder de la oposición, Diego Conesa, cuando en la Asamblea le recordó el miércoles que de sus diez compromisos para los cien primeros días de gobierno solo uno se ha cumplido. Por si acaso, que Conesa tome también nota. Quizá en un año reciba la misma medicina de Miras, si Adif no cumple y la obra del AVE se alarga más allá de 2020.

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