PP y PSOE están trabajándose un relato para los duros meses que se avecinan. Unos buscan apuntalar el discurso de que La Moncloa es el origen de todos los males. Los otros intentar crear un clima de opinión donde se vería natural una moción de censura
A este paso vamos a necesitar una mesa de diálogo y una mediación internacional para encauzar las relaciones entre el Gobierno central y el murciano. Con relator incluido. Lejos de bajar el tono de la confrontación, el choque de trenes crece en intensidad. Pedro Sánchez no recibe ni siquiera unos minutos a Fernando López Miras, tras haberlo solicitado por múltiples vías desde su toma de posesión. Y a su vez, López Miras no le da cita al líder socialista regional Diego Conesa, que se lo ha pedido tres veces por carta desde que logró convertir al PSOE en el partido más votado en las autonómicas.
De las cartas pidiendo cita, ambos ejecutivos han pasado a los requerimientos y a las advertencias de que se verán en los tribunales. Al ultimátum de la ministra Celáa sobre el pin parental, respondido con un plantón de la consejera de Educación, se suma ahora el requerimiento del Gobierno regional para que el Ministerio elimine el aporte de nutrientes que llegan al Mar Menor por la rambla del Albujón y el acuífero. Ahora ya solo faltaría, para cuadrar el círculo de este diálogo de sordos, que el Ministerio exija judicialmente a la Comunidad que actúe en origen y evite que esos aportes lleguen desde los bancales al colmatado acuífero.
¿Por qué están las posiciones tan enrocadas? ¿Por qué es la Región de Murcia la comunidad con la relación más tensa con el Gobierno central? Mi impresión es que PP y PSOE son conscientes de que este año será especialmente duro en la Región. Hay un cóctel socialmente explosivo sobre la mesa por la conjunción del empeoramiento de la economía, con un repunte del paro; la intervención por Hacienda de las arcas de la Comunidad, que acabará provocando tensiones importantes dentro y fuera de la administración regional; y la degradación del Mar Menor, que está abocado a sufrir otra crisis aguda con la paulatina subida de las temperaturas. Si a eso sumamos las huelgas de la hostelería y las movilizaciones en el campo, todo apunta a que viviremos un año especialmente duro para el turismo y el sector agroalimentario, entre otros. El panorama es especialmente complicado para el PP, que está en manos de dos partidos, uno en descomposición, y el otro obcedado en una agenda ultra y bizarra, lo que convierte al Gobierno regional en una perita en dulce para el Ejecutivo nacional, que más se afianza cuanto más asoma Vox. De cara a este previsible escenario, PP y PSOE están trabajándose tácticamente un relato de los acontecimientos. Los populares buscan instalar en la opinión pública la idea de que todos los males presentes y venideros son producto del castigo de Sánchez a la Región de Murcia. Los socialistas, por el contrario, confían en que las continuas dificultades del Gobierno regional propicien un clima de aceptación social de una hipotética moción de censura que podría plantearse si Ciudadanos vira a partir de marzo y la inestabilidad política se acentúa en la Comunidad. Ayuda de La Moncloa no le va a faltar a Conesa, ahora o en las próximas elecciones, para conseguir ser presidente de la Comunidad autónoma.
Esta disputa por ver quién logra imponer su discurso genera hartazgo en la mayoría de la ciudadanía, que no sigue de cerca la política y solo percibe ruido. Hartazgo porque es generalizada la percepción de que existen graves problemas que no están encarándose con la firmeza y la unidad necesaria, como el estado medioambiental del Mar Menor y sus consecuencias para el turismo. En cuanto se rasca un poco aflora el malestar en muchos colectivos por el estado de la Región y su imagen exterior. Durante décadas, las urnas daban ganador por mayoría absoluta a los populares, incluso cuando las encuestas calificaban su gobernanza de mala o regular. Hay una barrera ideológica que favorecía al PP porque la mayoría social era, y aún es, eminentemente conservadora. Pero esa ventaja se difuminó con la aparición de nuevas ofertas en el centro y la derecha. Ahora más que nunca el partido que ocupa el gobierno no puede permitirse el lujo de incurrir en una gestión ineficaz y mediocre.