Ahora, como en ningún otro momento de nuestra historia reciente, el conjunto de la ciudadanía percibe la conveniencia de plantearse reformas en todos los órdenes de la vida pública. La crisis económica y social ha agudizado la sensación de que muchas cosas deben cambiar en el país y cada día, desde numerosos ámbitos políticos y sociales, surgen propuestas de toda índole forzadas por una cruda realidad. Pero en la mayoría de los casos esas ideas se marchitan en 24 horas y no insuflan dinamismo a los grandes debates públicos sobre el modelo del Estado, la sanidad, la educación o la participación política en democracia. La historia se repite diariamente con una obstinada pauta. A la hora del desayuno, generalmente un político o un empresario de primera fila suelta una idea que genera un intensa y acalorada controversia durante horas en los medios de comunicación y las redes sociales. Si la propuesta es polémica se convertirá en ‘trending topic’ en twitter y puede que llegue hasta las tertulias televisivas de la noche como tema del día. Solo en contadas ocasiones, esa propuesta ocupará un lugar destacado en las portadas de los periódicos del día siguiente. Y es que la mayoría de las ideas son flor de un día o globos sondas que mueren por combustión espontánea en el fragor de las discusiones, o derivan hacia análisis completamente diferentes del original. No es extraño que alguien lance una opinión sobre la calidad de la enseñanza a primera hora de la mañana y doce horas después se acabe hablando sobre la enseñanza pública y privada o cualquier otra derivada circunstancial o trasnochada. A los españoles se nos dan mejor las revoluciones que las reformas, me decía una persona esta semana hablando sobre las inercias y la resistencia a los cambios. En esta tormenta de ideas que arden en el foro público se pierden oportunidades de consenso. También se eclipsan temas de fondo sobre los que se pasa de puntillas. Esta semana, por ejemplo, se conocieron las notas de las pruebas de diagnóstico realizadas por el Ministerio de Educación para evaluar las competencias de los estudiantes de Secundaria en cada comunidad autónoma. Los resultados de estos exámenes, detallados el pasado jueves en ‘La Verdad’, sitúan a los estudiantes murcianos en un décimo lugar, lejos de los puestos de cabeza pero por delante de los alumnos de Cataluña y Valencia. La botella se puede ver medio llena o medio vacía. Lo responsable es mirarla con realismo y fijarse nuevos objetivos para el que es uno de los desafíos de fondo de la Comunidad: la formación de su capital humano. Que se estén dando pasos hacia el fomento de la enseñanza bilingüe en los centros públicos de la Región no provocará ríos de tinta ni vivos debates, pero desde mi punto de vista es una de las metas más interesantes si se aborda con seriedad y ambición. En este punto nadie debería darse por satisfecho con los progresos conseguidos en materia de enseñanza y formación profesional, ya que claramente son aún insuficientes. El mayor fraude social que podría cometerse hoy sería no centrarse en preparar a las últimas generaciones para los tiempos difíciles que se avecinan, donde la competitividad no será vital solo para las empresas sino también para quienes aspiran a encontrar hueco en el angosto mercado laboral.