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Recta final

En política una semana es un largo periodo de tiempo. Un año es casi una eternidad. Pero en política nada ocurre por accidente. Los errores y los aciertos, de ayer y hoy, modelan las corrientes de opinión que fraguarán en las urnas en 2019

En política una semana es un largo periodo de tiempo. Un año es casi una eternidad. Cualquier cosa puede suceder en doce meses. Justo los que restan ahora para las autonómicas, municipales y europeas. Hoy se observan tendencias que tienden a consolidarse, pero el desenlace no es vaticinable porque la política es materia volátil. También son tiempos precarios en certidumbres políticas. Ahora bien, en política nada ocurre por accidente, advirtió certeramente Roosevelt. Los errores y los aciertos de cada formación no son fruto del azar. Los que se cosechen hoy, por decisiones del presente o del pasado, son los que darán forma a las corrientes de opinión que fraguarán en mayo de 2019. El último CIS electoral no es más que una foto fija, si bien refleja nítidamente el momento. El PP, desprendiendo en días alternos aromas de fin de ciclo, por su naufragio en la crisis catalana y los sucesivos escándalos en el epicentro político (Granados, González, Cifuentes…). El PSOE, mostrándose incapaz de despegar como alternativa, con un Pedro Sánchez imprevisible y sin presencia en el arco parlamentario. Podemos, sobreviviendo a duras penas a sus propios líos internos, y los de Albert Rivera, sacando tajada demoscópica de todo el desgaste ajeno. En mayor o menor grado, esas tendencias se proyectan al estado de opinión pública en la Región de Murcia, donde entran en juego otros actores e importantes cuestiones domésticas. El sondeo del Cemop desvelará en junio en qué punto se encuentra cada partido. El nivel de información será relativo porque en principio solo se aportará intención directa de voto (no estimación) y porque los propios grupos parlamentarios han cometido la frivolidad de explicar públicamente qué cuestiones aportaron cada uno, lo que contamina la calidad de cualquier sondeo, algo que deberían saber a estas alturas nuestros diputados. Ni en el PP ni el PSOE regionales esperan grandes alegrías de este estudio electoral, lo que no quita para que estén expectantes por saber dónde están y el grado de confianza que suscitan sus líderes, ambos a medio hacer aunque estén echando el resto.

Los de López Miras tienen, de momento, el viento de cola con las infraestructuras, las grandes cifras económicas y el debate del agua, tras la reapertura del Trasvase por las lluvias y el inesperado regalo que les hizo Pedro Sánchez en Albacete. Pero algunos deslices y lapsus de López Miras, en contraste con su silencio cuando debía haber explicado decisiones tan importantes como un cambio de gobierno, erosionan su imagen, lo que pone nerviosos a buena parte de los suyos, que todavía no se han recuperado de los dos años de agonía del mandato de Pedro Antonio Sánchez por sus problemas judiciales. Mucho de lo que está pasando, fruto de la torpeza y/o el interés personal de quien fue su líder durante dos décadas, era previsible, pero los populares se han acostumbrado a tirar hacia adelante sin pensar en las consecuencias. Sucedió con el Mar Menor, la desaladora de Escombreras y el ‘caso Nueva Condomina’. Al margen de la calificación penal que tengan esos hechos, una materia exclusivamente judicial, resulta tan evidente el daño infligido al interés general que todos esos asuntos tendrán un importante coste electoral. Especialmente en el municipio de Murcia, clave por población en la circunscripción única y donde aún no se sabe si José Ballesta repetirá como candidato municipal, formando cartel con López Miras (autonómicas) y Valcárcel (europeas). No es tema baladí porque es precisamente en Murcia donde la nueva formación de Alberto Garre tiene depositadas sus mayores expectativas. También en el municipio con más votantes se la juega el PSOE, aún sin una o un candidato de garantías para la ciudad, en clara confrontación con Podemos. Diego Conesa, que llevaba un año trabajándose una posición en materia hidrológica, se ha topado con el varapalo imprevisto de Pedro Sánchez, una dificultad sobrevenida a los problemas para imponer su agenda política en el debate público. Si a eso se suma una posición percibida socialmente como ambigua (al menos hasta hoy) sobre la llegada del AVE, a Conesa le pasa como a Miras, que apunta maneras pero tiende a desdibujarse con facilidad. A su favor cuenta con el fortalecimiento del músculo territorial del PSOE en un número creciente de municipios, justo a la inversa que el PP.

A Ciudadanos le va de momento bien. Le funciona la marca y su líder nacional. Veremos cuando se acerquen las primarias, los movimientos soterrados salgan a la luz y se pueda evaluar el cartel electoral que lleva a las autonómicas y municipales. Podemos se mantiene asentado en su nicho, pero ya sin expectativas de partido mayoritario. Los sondeos electorales no paran de señalar como un lastre a Pablo Iglesias, que desaprovechó su momento con errores estratégicos de bulto y un manejo interno de la formación más que cuestionable. En clave regional, Podemos tiene quizá a su mejor candidato posible, aunque tienda a la sobreactuación. Pero su implantación territorial es claramente insuficiente, residual fuera de las grandes ciudades y está por ver cómo acaba la confluencia de siglas a la izquierda del PSOE, donde IU empieza a reclamar el protagonismo que le da su fuerza en algunos municipios. Todo está abierto para todos de cara a las elecciones, pero suceda lo que suceda no será por accidente.

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