Puede que estemos ante la peor clase política de la democracia si evaluamos fríamente a estos líderes nacionales de dudoso expediente académico y nula o muy escasa experiencia profesional en cualquier otro ámbito
Me pregunto qué pensarán los jóvenes españoles que están llamados a votar el próximo año por primera vez a la vista del ponzoñoso panorama político. Desde luego han tenido muy mala suerte: puede que estemos ante la peor clase política de la democracia si evaluamos fríamente a estos líderes nacionales de dudoso expediente académico y nula o muy escasa experiencia profesional en cualquier otro ámbito. La solidez de antaño ha dado paso a la liquidez más inaprensible. Relativismo, oportunismo, cortoplacismo, populismo… Vuelve Marx, Groucho Marx: «Si no te gustan mis principios, tranquilo, aquí tengo otros». Avergonzada, bordeando el llanto, la presidenta del Congreso, Ana Pastor, recriminaba esta semana a sus señorías el lamentable espectáculo de insultos y descalificaciones personales que despliegan en la sede de la soberanía popular. Golpistas, fascistas… y ahora un escupitajo, o ademán de escupitajo, que a la postre es lo mismo, de un diputado de ERC al ministro Borrell, quien, con sobrados motivos, había criticado al insufrible diputado Gabriel Rufián por su afán en esparcir «serrín y estiércol» en el hemiciclo. A este bochornoso episodio respondió Pedro Sánchez diluyendo responsabilidades, no se sabe si por rebajar la tensión o para mantener a ERC como socio de gobierno, aunque sea a costa de ningunear a su titular de Exteriores. ¡Vaya semana! Si ya nos resultó increíble que trascendiera quién iba a presidir el Consejo General del Poder Judicial, antes de que formalmente lo votaran los nuevos vocales, el acabose fue el contenido de un whatsapp difundido a los suyos por el portavoz popular en el Senado, Ignacio Cosidó. En ese mensaje, alguien de la cúpula popular se jactaba de que con ese reparto de jueces controlarían «por detrás» la Sala Segunda del Supremo, la encargada del ‘procés’ y donde los aforados se enfrentan a las acusaciones de corrupción. Un verdadero asco. Y otro golpe más a la confianza en la independencia judicial. El único acuerdo parlamentario relevante saltó por los aires (tras lo visto, mejor así). Mientras, seguimos sin pacto presupuestario. Y, por supuesto, sin ninguna posibilidad para un pacto por la Educación o por la sostenibilidad de las pensiones. El pasmo llega cuando conocemos que para lo que sí hubo un consenso casi total fue para aprobar en el Senado la nueva ley de protección de datos, que permite a los partidos rastrear información personal y opiniones políticas en redes sociales, sin necesidad del consentimiento del afectado, para elaborar perfiles ideológicos y personalizar la propaganda con la que bombardearnos vía teléfono móvil. Es cierto que tanta mediocridad, tanta falta de sentido de Estado, no va a desaparecer con unas elecciones, pero la débil situación del Gobierno de Sánchez, permanentemente en la cuerda floja, no admite muchas más opciones. Como ya hiciera Rajoy, el actual presidente ha optado por enrocarse. Se equivoca: resistir no es gobernar.
Se acercan las elecciones autonómicas y el ambiente también empieza a caldearse en la Región. Con todos los partidos pendientes del sondeo que el Cemop dará a conocer el martes, la dialéctica partidista se torna más bronca, aunque sin llegar a la crispación nacional. De momento, la descalificación personal del adversario es excepcional. Y pasa factura a quien la practica: siempre es reveladora de falta de ideas y de escasa talla personal. A la espera de lo que refleje el Cemop, los dos principales contendientes (PP y PSOE) muestran signos de vulnerabilidad. Los populares ya no son la engrasada maquinaria territorial que arrasaba en las urnas. Tienen, aquí y ahora, tres partidos que faenan en su caladero de votos y una circunscripción única que, como al PSOE, le hace un roto de partida de unos cuantos diputados. A su favor cuenta con la aprobación de los Presupuestos con el apoyo de Cs. (Hubo ‘Black Friday’ fiscal en el Consejo de Gobierno del viernes para rebajar más los impuestos en año electoral). En su contra, los errores que comete por torpeza o por ese miedo a Vox que llevó ayer a Pablo Casado a enducer su discurso sobre la inmigración y a proponer la devolución de las competencias autonómicas en educación. Una cosa es defender que el aborto «no es un derecho sino un fracaso», lo que desde el punto ideológico se puede mantener, se comparta o no, y otra cosa es introducir esa idea directamente en el articulado de una ley, algo poco riguroso fuera de un preámbulo normativo, y poco inteligente si López Miras buscaba seguridad jurídica y el mayor consenso para la Ley de Familia, ahora más coja en apoyos, como el propio Pacto contra la Violencia de Género, que solo firmarán hoy con Ciudadanos. El PSOE también tropieza consigo mismo y no para de enredarse con el agua. El ‘trasvase cero’ que se ha sacado de la manga el Ministerio es un escándalo que carece de justificación y roza la prevaricación administrativa. Atacar el ‘modus vivendi’ de cien mil familias del sureste sigue siendo, al menos aquí, poco menos que un suicidio electoral.