La respuesta general en la Región ha sido ejemplar. Hoy, la prioridad sigue siendo atender lo inmediato y urgente, con el foco en los más vulnerables y necesitados de ayuda. Pero habrá que pensar en mejorar las defensas contra futuras gotas frías
Solo han pasado unas pocas jornadas desde que el cielo empezó a descargar agua con inusitada intensidad y todavía queda mucho por hacer, pero ya hemos visto lo suficiente como para concluir que, una vez más, todos los equipos de emergencia que intervienen en esta catastrófica gota fría están mostrando una profesionalidad, coordinación y entrega digna de reconocimiento público. Una parte importante del mérito reside en la Agencia Española de Meteorología (Aemet), que interpretó atinadamente sus modelos predictivos y tuvo el acierto de activar, por primera vez, la alerta roja en todo el territorio. La decisión del Ejecutivo regional y la Delegación del Gobierno, que han actuado coordinadamente en esta crisis, de alertar a la población antes de que cayeran las primeras gotas, como sugirieron los expertos, fue un acto de responsabilidad que probablemente contribuyó a salvar vidas. Encomiable es también la actuación de los alcaldes y alcaldesas, junto a sus equipos, en las poblaciones más afectadas, donde cientos de voluntarios y afectados trabajan ya en las labores de limpieza. En esta crisis también la Confederación Hidrográfica actuó con gran diligencia, gestionando con pericia técnica la crecida del río y asumiendo, como otros actores implicados en la crisis, la conveniencia de comunicar las novedades y los riesgos que iban desencadenándose en una situación que cambiaba por momentos. Sin excepción, todos los profesionales de los medios de comunicación, públicos y privados, hicieron igualmente en la Región una labor a la altura de lo necesario para mantener bien informada a la población, desgraciadamente bombardeada, una vez más, por peligrosos bulos a través de las redes sociales. Y, mañana, todos los partidos políticos harán piña en la Asamblea para solicitar al Gobierno central una más que justificada declaración de zona catastrófica. De nuevo, hubo una respuesta ejemplar por parte de todos en la Región.
Mientras empiezan a evaluarse los daños materiales de la gota fría, y los perjuicios ecológicos para el convaleciente Mar Menor, la prioridad debe ser atender lo más inmediato y urgente, con el foco puesto en las personas más vulnerables y necesitadas de ayuda. Durante no se sabe aún cuánto tiempo, la situación seguirá siendo complicada para los habitantes de Los Alcázares, golpeados tres años después por otra riada, así como en otros municipios particularmente azotados por la crecida del río Segura. Pero no a mucho más tardar, lo ocurrido debe llevarnos a actuar responsablemente para prepararnos de cara a próximos episodios de esta gota fría que surgen recurrentemente en el Levante desde tiempos inmemoriales. Está más que demostrado que somos muy eficaces actuando en situaciones de emergencia, pero no tanto cuando se trata de trabajar en la prevención de este tipo de desastres naturales. De la última gran gota fría, allá por 1987, surgió un eficaz plan de defensa de avenidas de la cuenca del Segura, aunque en todo este tiempo la ocupación de zonas inundables no ha dejado de crecer, así como la destrucción de los bosques de ribera que amortiguan las riadas. Contamos con profesionales con suficiente conocimiento técnico para revisar el estado actual del sistema de defensas en el Segura, cuya restauración y gestión está lejos de ser perfecta por mucho que, en determinados aspectos, haya sensiblemente mejorado. Una gestión que no debe enfocarse exclusivamente en la prevención de estas riadas catastróficas sino también, y sobre todo, en la preservación del ecosistema fluvial.
Desde un punto de vista científico sería temerario vincular la devastadora intensidad de esta gota fría, superior a la de 1987 según la Aemet, con el cambio climático, pero el constante incremento de la temperatura del Mediterráneo sugiere que en el futuro estas gotas frías pueden ser más frecuentes e intensas. Las tres administraciones públicas deben colaborar para encontrar soluciones urgentes al problema singular de Los Alcázares, o para desbloquear las infraestructuras que eviten inundaciones en Murcia incluso con lluvias moderadas, pero sobre todo deben dar prioridad a la gestión integral del territorio asumiendo nuestro contexto de vulnerabilidad al cambio climático. Hacer, en definitiva, una política medioambiental seria, lo que no se ha hecho aquí en décadas como se debería.