La Región de Murcia volvió anoche a dar la nota política, el toque singular, al convertirse en el único territorio autonómico donde el partido de derecha extrema liderado por Santiago Abascal fue la primera fuerza en las urnas. Los pronósticos de las encuestas se quedaron cortos. Vox no solo obtuvo tres escaños, como predijo el sondeo de GAD3 publicado por ‘La Verdad’ hace ocho días, sino que batió con claridad al PP y al PSOE en número de votos. Les espera mucho trabajo a los politólogos para explicar la singularidad murciana, una especie de aldea gala en el mapa político español, teñido mayoritariamente de rojo PSOE y azul PP en el noroeste del país. Ahora bien, si observamos los resultados por bloques ideológicos veremos que el segmento de derechas sigue representando el 60% del electorado de la Región, solo que ahora mengua por el centro y crece espectacularmente por su extremo, derechizándose hacia las posiciones más duras.
Que Vox iba a tener un buen resultado era previsible en una campaña electoral marcada a nivel nacional por los disturbios en Cataluña tras la sentencia del ‘procés’ y la exhumación de los restos del dictador Franco. Las imágenes en televisión de ambos acontecimientos movilizaron el voto más emocional de la sociedad murciana, mayoritariamente conservadora y muy sensible a asuntos, como la unidad de España y la inmigración irregular, que Vox no duda en rentabilizar para ganar adhesiones. Pero algo más debe haber para explicar la victoria verde, primera fuerza también en dieciséis municipios. Sin duda, su victoria ha sido facilitada por Ciudadanos, que ha protagonizado una debacle muy superior a la esperada, perdiendo toda representación en Madrid. El descalabro de los naranjas, atribuible mayoritariamente a los errores estratégicos de Albert Rivera, dejó a Miguel Garaulet fuera del Congreso al no llegar al 8% de los votos, el mínimo para obtener diputado. Mientras Vox creció en diez puntos hasta lograr el 28% de los votos, Ciudadanos cayó más de doce puntos, convirtiéndose en la quinta fuerza, por detrás de Unidas Podemos, que conserva el escaño de Javier Sánchez Serna, vencedor en su particular duelo con la formación de Iñigo Errejón, y más en concreto con su otrora jefe regional de filas, Óscar Urralburu, ahora fuera completamente del juego político en las instituciones.
Los populares liderados por Teodoro García Egea y Fernando López Miras sufren una derrota por la derecha, que tiene como bálsamo la obtención de un diputado más que en abril, el sorpasso al PSOE y un pleno en el Senado (salen elegidos sus tres candidatos). Los populares mejoran, pero siguen siendo segunda fuerza y se encuentran ahora con un rival directo que les planta cara y puede hacerles tambalear el Gobierno regional si retirase su apoyo.
Vox ha recogido muchos votos del campo, especialmente en Cartagena, Torre Pacheco y San Javier, tres municipios muy afectados por la crisis del Mar Menor. Vox, que no participó en la gran manifestación ciudadana y se puso de perfil en este asunto, probablemente ha tenido el apoyo del mundo agrícola y, en Cartagena, de los votantes de MC.
En mucha menor medida que Cs y Más País, el PSOE es otro de los grandes derrotados, al pasar de primera a tercera fuerza, perdiendo un escaño en el Congreso y dos en el Senado, incluyendo el que ocupaba Joaquín López, uno de los políticos murcianos más valorados del PSOE. Lo más preocupante para los socialistas es que retroceden tras hacer aquí una campaña totalmente en clave regional, centrada en la crítica a la gestión del PP del Mar Menor y la apelación al voto útil frente a lo que llamaban el ‘trifachito’. Mal asunto para Conesa y sobre todo para su jefe de campaña, Jordi Arce. Pese a todo, la gran pregunta que deja el 10-N es qué va a pasar aquí con Ciudadanos, el socio de gobierno del PP de López Miras, ahora que se avecina una catarsis interna de aúpa. Y sobre todo, qué va a hacer Vox en clave regional, ahora que aquí es primera fuerza.