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Guerras culturales

La radical agenda de Vox condiciona y debilita al Gobierno regional de PP y Cs. Y a la vez constituye el mejor pegamento para PSOE y Podemos, que van a la confrontación ideológica con las derechas con toda la artillería pesada de La Moncloa

Mike Tyson es lo menos parecido a un filósofo, pero el legendario boxeador dejó para la posteridad una lúcida frase que ha hecho fortuna: «Todo el mundo tiene un plan hasta que te dan la primera en la boca». ¡Qué razón tenía! Lo importante no es el hecho de recibir una dura bofetada (un revés siempre termina por llegar en la vida), sino cómo reaccionas cuando se produce, cómo actúas cuando las cosas inesperadamente se tuercen. Hace tiempo que el Gobierno regional formado por PP y Ciudadanos se llevó la primera de muchas. De ahí que se le vea a menudo inestable, agarrándose a las cuerdas de un imaginario ring. Y aunque no rehuye las distancias cortas y se faja en el cuerpo a cuerpo, tiende a trabarse con el adversario porque la pelea política no le da un mínimo respiro. Ni que decir tiene que en este cruce de guantazos hay multitud de golpes bajos. Por ambas partes.

Una semana más, los populares y los socialistas murcianos han demostrado que harán lo que haga falta para mantener o conquistar el poder, que es, en suma, de lo que va esta historia de la política. Esa es la molla. El resto es aderezo. Lo que está por ver es quién aguantará más tiempo en pie. El PSOE de Diego Conesa no deja de soñar con una moción de censura. Así lo dijo el pasado jueves: la hoja de ruta no ha cambiado. Aunque hoy no parece posible que prospere, los socialistas murcianos mantienen abierta esa estrategia porque desgasta al Gobierno regional, que atraviesa por todo tipo de problemas internos y externos. Para empezar están los quebraderos de cabeza desatados por sus socios de gobierno, inmersos en plena pugna por el liderazgo regional de Ciudadanos que se dirimirá esta primavera. El partido naranja se deshilacha y, pese a los esfuerzos de su gestora, en los temas más controvertidos están anclados en la ambigüedad. Y eso es especialmente dañino para el Ejecutivo, donde la vicepresidenta Isabel Franco va a su aire, poniendo palos en las ruedas de los Presupuestos, intencionadamente o no, con anuncios a destiempo y fuera del control de San Esteban. Pero sin duda el mayor problema para López Miras deviene de haber claudicado ante el ‘pin parental’ de Vox, una medida de más que dudoso encaje en la Constitución, la ley educativa del popular Wert y los decretos curriculares de la propia Consejería. El veto parental, apoyado en unos informes jurídicos que nadie ajeno al Gobierno ha logrado ver, no ha venido a solucionar nada sino a crear un problema que no existía, como paradójicamente reconoció el propio Gobierno regional. Ni una sola queja en los centros educativos. Ni un sondeo regional o nacional donde aparezca entre las principales preocupaciones de los ciudadanos. Que el ‘pin parental’ sea el gran asunto público es para echarse a llorar cuando tenemos la segunda tasa más alta de abandono escolar temprano (22,6%), cuando uno de cada tres chicos murcianos de quince años ha repetido uno, dos o hasta tres cursos y cuando el número de ‘ninis’ ronda los 38.000. A diferencia de los populares de Madrid y Andalucía, que se resisten a pasar por ese aro, López Miras persevera en el error de hacer parcialmente suyo el relato político de Vox, lo que unido a la victoria de los de Abascal en las últimas generales nos ha reportado una singularidad política de infaustas consecuencias, con un hueco casi a diario en los telediarios nacionales. Y es que la polarización, propulsada en los últimos años por los populismos radicales de izquierda y de derecha, históricamente desemboca en guerras culturales donde conservadores y progresistas tratan de hacer valer sus principios morales y credos ideológicos. En tiempos de calma, los conservadores enarbolan la bandera de la libertad y los progresistas la de la igualdad, que se confrontan por cauces civilizados. Cuando el debate se crispa, descarrila la tolerancia, se desligitima al adversario y se busca su aniquilación, la batalla ideológica entonces se vuelve descarnada.

Hete aquí que la nueva guerra cultural tiene su campo de batalla en la Región de Murcia, feudo y laboratorio de ‘ideas’ de Vox. La singular agenda de la derecha más radical supone el mejor pegamento para PSOE y Podemos, que van a esta guerra con toda la artillería pesada de La Moncloa. Sánchez le ha puesto la proa al débil Gobierno regional del PP/Cs. Ritmo cansino en la recuperación del Mar Menor, trasvases con recortes para regadío, advertencias de que el ‘pin parental’ se anulará en los tribunales y la intervención de las cuentas de la Comunidad para retener parte de la financiación y pagar directamente a los proveedores. Hasta los regantes y el sector agroalimentario empiezan a pensar que les irá mejor si van solos a ver al Gobierno nacional que de la mano del consejero regional del ramo. En este proceso, el PSOE corre el riesgo de pasarse de frenada si los ciudadanos perciben una estrategia de derribo que tangencialmente puede impactarles negativamente. Avalada por la ley de estabilidad presupuestaria de Cristóbal Montoro, la intervención de Hacienda es jurídicamente irreprochable pero políticamente severa, después de que el Ministerio, por estar en funciones, retrasara el pago de parte de las entregas a cuenta hasta diciembre. Durante casi todo el año, la Comunidad tendrá tensiones financieras. De entrada habrá cierre temporal de las arcas públicas, con todo lo que comporta, hasta que se calcule la deuda comercial.

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