En un editorial que publicamos este miércoles manifestamos que la inversión estatal prevista para 2014 es cicatera e insuficiente, como viene ocurriendo históricamente, y no hay nada de lo declarado o conocido públicamente desde entonces que nos haga cambiar de opinión. Difícilmente se puede estar satisfecho con unos Presupuestos del Estado que, una vez más, mantienen la brecha de la Región en materia de infraestructuras con el resto del país. Esa es la cuestión mollar y no otras. Lo que escribí en el pasado vale para el presente: con este reparto de la inversión estatal, Madrid seguirá teniendo, en 2014, un metro más moderno que Londres y Nueva York, y la Región de Murcia una red ferroviaria sin un kilómetro de vía electrificada. Y semejante desequilibrio carece de toda justificación, aunque representemos solo el 3% de la población. Gobierne quien gobierne, no nos podemos conformar con una pertinaz situación de desigualdad, que lastra la competitividad de la economía regional. Las cantidades asignadas a Camarillas o al AVE garantizan la reanudación de un proyecto y el mantenimiento de otro crucial, pero no disipan las dudas sobre el cumplimiento de las fechas previstas. Aún así, lo más preocupante no es tanto lo que hay contemplado (en esencia, un poquito de casi todo), sino la ausencia de inversiones relacionadas con la tercera vía para el transporte de mercancías y su conexión con Cartagena. Sin partida específica para el Corredor Mediterráneo, a diferencia de Valencia y Cataluña, la Región corre el riesgo de quedar otra vez descolgada y en desventaja frente al sector agroalimentario y los puertos de nuestros vecinos del norte. Tras un par de días de complacencia, el Ejecutivo regional reaccionó y anunció que peleará por mejorar las inversiones a través de enmiendas en el Parlamento. Más vale que fije bien cuál es su prioridad estratégica porque no será fácil. En Madrid no ven precisamente un maltrato al Gobierno regional. A lo presupuestado en las cuentas del Estado para 2014, allí suman las ayudas de los últimos tiempos, desde el fondo de liquidez autonómica, el plan de pago a proveedores, el déficit asimétrico y la operación política para sacar del atolladero al aeropuerto de Corvera con ayuda de Aena. Y además empieza a asumirse, con desagrado, que Valcárcel se resiste a cumplir con el objetivo del déficit, mientras no se mejore la financiación regional, por los sacrificios que comporta. Los riesgos que se corren son elevados. Quizá no se verá la sangre, pero habrá una hemorragia interna. Si continuamos con un alto déficit se ralentizará la salida de la crisis, la Administración tendrá mayor necesidad de préstamos y los absorberá en perjuicio del sector privado, seguirá la subida de impuestos, se prolongará la necesidad de hacer recortes, se tardará más en invertir en obra pública, se ahuyentará a los inversores porque percibirán una Administración poco fiable y se dejará una deuda de proporciones mareantes. Ese puede ser el panorama.