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Nuevo tiempo político

Se van a cumplir dos años desde que ‘La Verdad’ puso en marcha una iniciativa que reflejó a lo largo de cien días los anhelos de regeneración de la vida pública por parte de la sociedad murciana. Era un sentimiento que recorría las calles, perceptible a poco que se agudizara el oído y la vista, pero sin cauce de expresión que permitiera calibrar su dimensión. Observada en su inicio con cierto desdén por el poder político regional, más de 230 personas de todo el espectro ideológico y representativas de muchos colectivos sociales y económicos dejaron, con nombre y apellidos, numerosas propuestas para mejorar la confianza de la ciudadanía en sus representantes e instituciones. Participaron médicos, maestros, empresarios, trabajadores, científicos, agricultores, arquitectos, abogados, jueces… Y muchos ciudadanos anónimos que dejaron sus ideas y anhelos en laverdad.es. Solo muy recientemente, a mediados de este año, algunas de esas demandas, como la transparencia o la limitación de mandatos, se han traducido en proyectos concretos, que alcanzan tanto al gobierno autonómico como a la vida interna de organizaciones sociales, como la Croem. Otras están dando tímidos pasos en algunos municipios, como la mayor participación ciudadana, y otras siguen ancladas donde estaban, como las listas electorales cerradas y la politización de la justicia. Aquella brisa que recorría entonces la Región y el resto del país es hoy un vendaval, agravado por un año insufrible en materia de escándalos de corrupción, que ha terminado por desarbolar a aquellos políticos que no entendieron o reaccionaron muy tarde a los mensajes de una ciudadanía, ahora exigente. Este cambio de paradigma social coincide con la desaparición de los principales referentes de la Transición y la aparición de nuevos protagonistas para otro tiempo político que ya despunta, no exento de incertidumbres. El más relevante relevo generacional se produjo en la propia Jefatura del Estado. En su primer discurso navideño, Felipe VI puso el dedo en la llaga al abogar por «cortar de raíz y sin contemplaciones la corrupción» e instar a «una profunda regeneración de la vida pública». Sus palabras ya sonaron certeras cuando en la entrega de los premios Príncipe de Asturias reclamó referencias morales a las que admirar, principios éticos que reconocer, valores cívicos que preservar. Instando a un gran impulso moral colectivo, el Rey señala con clarividencia la mejora de la vida democrática como un reto tan urgente como el despegue de la economía. Plenas de ideales y de contenido, sus palabras adquieren mayor relevancia al contrastarlas con los balances carentes de empatía social de quienes, en la cúspide de la responsabilidad política, actúan como contables aplicados, pero sin la mínima capacidad para movilizar otros resortes emocionales que no sean el miedo y la zozobra. Justo lo contrario de lo que necesita nuestro país para salir, de una vez, de tanto desánimo y pesimismo.

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Las claves de la actualidad analizadas por el director editorial de La Verdad

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