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Rajoy, Rivera y la cresta de la ola

Arrancó la campaña electoral con una encuesta autonómica del CIS que certifica algunos aspectos relevantes, pero que deja en el aire las incógnitas más importantes sobre el futuro gobierno. Realizado antes del escándalo Rato y sin adscripción de escaños por circunscripciones, un aspecto clave por el efecto de la ley electoral, el sondeo corrobora la entrada a la Asamblea de dos nuevos partidos, el ascendente Ciudadanos y el menguante Podemos. Solo resta por saber si IU repetirá escaño y, sobre todo, si el PP logrará, pese a su gran desplome, la mayoría absoluta. El 37% de los murcianos aún no ha decidido su voto, un porcentaje mayúsculo. La demoscopia no es una ciencia exacta, pero una ratio tan elevada de indecisos generalmente beneficia a los partidos mayoritarios porque las decisiones de última hora de los electores suelen ser conservadoras, siempre que la campaña se desarrolle sin sobresaltos. El PP tiene además la gran ventaja de que cuenta con la mayor y más organizada militancia, que siempre es decisiva para obtener el voto de quienes dudan. En esto estamos mucho más cerca de México que de EE.UU. o Alemania. La gran amenaza de los populares tiene un nombre: Ciudadanos. Todo lo que sube se lo resta al PP. Albert Rivera ha cuajado en el momento oportuno. Nadie mejor que él encarna, por un lado, el relevo generacional en la vida pública que se inició en la Jefatura del Estado y, por otro, el centro ideológico donde se sitúa el principal bloque de votantes.

Si el vector principal del 24M fuera solo nuevo contra viejo, su resultado será espectacular. Es quien mejor encarna la idea de renovación. Su principal problema es el mismo de hace ocho años. No tiene un partido organizado, bien estructurado, con cuadros medios solventes y una militancia experimentada, como para acometer ahora con garantías un proyecto nacional y cumplir con las expectativas suscitadas por su reformismo moderado como alternativa al PP. Por el momento, Ciudadanos sigue siendo un partido sin armazón, una marca política que ha cogido la cresta de la ola y se expande en régimen de franquicias. Las costuras del traje Ciudadanos saltan a la vista. Se está haciendo a base de retales en los territorios autonómicos, hilvanados en pequeñas primarias de última hora donde cabe todo. Rivera sigue en cierta manera desnudo, como en aquel cartel con el que se presentó a las catalanas de 2006. El líder de Ciudadanos lo sabe. De ahí su preocupación por que su partido acabe siendo sumidero de tránsfugas y arribistas, que lastren ese ascenso que ha facilitado Rajoy por su falta de empatía y su torpe manejo de la corrupción política. Pese a todo, Ciudadanos va a obtener en la Región un resultado notable para una formación que era solo un embrión en mayo pasado, que no ha presentado aún su programa autonómico y que ni siquiera tiene candidatos en todos los municipios de la Región. A día de hoy, el magnetismo de Rivera parece suficiente para muchos votantes de centroderecha.

Mariano Rajoy y el PP jugarán la baza de la estabilidad, la experiencia y la recuperación económica, como refleja hoy la entrevista de ‘La Verdad’ al presidente. Los problemas para la formación de Gobierno que afronta Susana Díaz en Andalucía le vienen bien, electoralmente, porque refrendan su mantra de que el multipartidismo puede generar ingobernabilidad y malograr la incipiente mejoría económica. Lo cierto es que hoy pocos en el mundo político descartan que, por el tactismo de los cuatro partidos en liza, lleguemos a las generales con algún Ejecutivo autónomo sin constituir. Hasta noviembre, que nadie espere pactos.

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