Se cuenta que tras un interminable viaje de Sevilla a Madrid, Caracol ‘el del Bulto’, padre de Manolo Caracol, cantaor y mozo de espadas de Joselito El Gallo, se llevó un susto de órdago en el andén de Atocha. Al pasar junto a la locomotora, ésta le soltó de improviso un estufío de vapor. Caracol ‘el del bulto’ se giró y le espetó a la máquina: «¿Ahora me vas a venir con un roneo de vapor? ¡Esos ‘cohones’, en Despeñaperros!». A los políticos de la Región les sucede algo parecido. Salen embravecidos hacia Madrid, pero a la altura de La Roda casi toda la energía reivindicativa se les ha escapado por la boca. Es nuestro particular Despeñaperros, donde todo empieza a ponerse cuesta arriba y donde algunos paran a tomar aliento sin considerar que los dulzones ‘miguelitos’ quizá son la criptonita de los murcianos de dinamita. (Lo del exconsejero Campos, dimitiendo en Madrid, fue una anomalía en nuestro cronotopo). A falta de bravura, hay que reconocerles perseverancia en el discurso. Quizá por eso, como en su última visita, Rajoy reiteró ayer en Murcia que se sabe lo del agua, lo del corredor, lo del AVE, lo de la financiación… Fue un ‘no me lo digáis más, que lo sé y dejad que os cuente ahora… lo mío no, lo de todos’. Tenía razón Julio Camba. De repetitiva y cansina, la política española, en su conjunto, huele a ajos. En la campaña nuevas y viejas fragancias se han entremezclado en el mercadillo del voto. Da la impresión de que todo, por parte de todos, está dicho ya, aunque todavía quedan 48 horas para los últimos mensajes. Que cada cual afine su olfato. Y elija su voto con libertad.