Me llamaron para ir a dar una charla a la Lanzadera de Empleo. ¿Sobre qué?, pregunté yo. Porque vamos, yo podría dar charlas de… absolutamente nada. Sobre tintes del pelo, a lo mejor.
Sobre motivación, contestaron al teléfono.
Motivación. Del latín motus. Significa algo así como dirección, impulso, que guía la acción y la conducta. Lo sé porque, en el pasado, lo he buscado en Wikipedia unas cuantas veces en las que planeaba rajarme las venas con las páginas del libro de texto.
Vale, de motivación sé algo. Porque antes no la sentía y ahora sí. Antes estaba en un mundo sin color y ahora… ahora estoy aquí, dondequiera que eso sea. Y me doy cuenta de que muchos están en mi situación: han estudiado una cosa, incluso han trabajado ya, y de pronto no saben, por una razón o por otra, qué hacer con sus vidas.
Gracias al Cielo, vinieron unas chicas estupendas y la conferencia se convirtió en una tertulia animada de las que extrajimos algunos puntos importantes. De camino a casa pensé que ese tipo de orientación es absolutamente necesaria para los que van a elegir estudios universitarios, pero no se da casi nunca. Me refiero a una conversación real sobre aspiraciones, metas, horarios laborales y pasiones. Propusimos hacer una cosa así hace un año en el curso de mi hermano pequeño, y se negaron por falta de tiempo. Y así van las cosas, cientos de jóvenes encajados en Medicina-Fisioterapia-Enfermería-Arquitectura-Ingeniería-Magisterio-Periodismo-Farmacia-ADE. Así que, puesto que la última hornada millennial está a punto de clasificarse en uno de esos destinos, aquí van los apuntes que pueden salvar más de una decisión errónea -que, aunque cada cosa que hacemos nos enriquece, algunas pueden ser especialmente frustrantes si tienen poco que ver con nosotros-.
Por cierto, no se aplican en exclusiva a los que acaban de cumplir la mayoría de edad. Cualquier momento es bueno para reconvertirse y evolucionar hacia una mayor satisfacción.
GUÍA RÁPIDA HACIA EL CENTRO DE TI MISMO
1) VOCACIÓN / TALENTOS. Es posible que tengas una vocación clara, pero también es posible que no la tengas, e incluso que esta cambie conforme crezcas y te vayas conociendo mejor. Más que definir la profesión, lo primero es centrarse en la esencia: ¿cuáles son tus talentos? Los talentos, entendidos como las aptitudes destacables dentro de ti. No hace falta que seas un Einstein o un Mozart, pero es importante que tengas en cuenta la habilidad que demuestras en ese ámbito, desde un prisma objetivo –no pesimista, ¿eh?-, y lo unas al factor de la pasión. Es decir, puedes ser bueno en Química y que no te guste especialmente. Es crucial que te guste. Aunque pocos adultos te digan eso en serio, créeme, lo es. Así que hazte la siguiente pregunta: ¿qué haría todos los días, durante unas ocho horas diarias más o menos, si el dinero no existiera?
Si te cuesta encontrar pistas en este punto, no significa que no tengas talentos especiales, es que estás demasiado sombrío o estancado. Mi consejo es que vayas atrás en la línea del tiempo y recuerdes tu infancia, tu adolescencia. Los ratos en los que eras genuinamente feliz haciendo algo, cuando aún no tenías ninguna preocupación al respecto. ¿Qué era ese algo? ¿Sigue haciéndote tan feliz?
2) MONETIZACIÓN. Como decía Alma en el encuentro, monetízalo, tradúcelo en algo que pueda dar rendimiento económico. Hoy en día todo da dinero: salir de fiesta, subir fotos a Instagram, hacer vídeos y colgarlos en Youtube. El panorama se ha abierto, y con ello, aunque no lo creas, tus opciones. Si lo que te llama la atención no es tan normativo, zambúllete en el mundo conectado y busca ejemplos de vida que te produzcan especial admiración. ¿Cómo lo han hecho? Si ellos viven así –y no son modelos de Victoria’s Secret o algo por el estilo- quizá puedas conseguirlo también. En este punto, sé realista, por favor, pero de nuevo, no pesimista. No vas a imitar cada paso de su camino, pero cogerás ideas que podrás implantar en el tuyo. Intenta encontrar modelos vivientes y, si puedes, habla con ellos. Esa conversación, con suerte, será de las más valiosas que hayas tenido jamás. Y no creas que no hay espacio para ti en ese ámbito, porque la diferencia la aportas tú. No hay dos personas iguales en el planeta, ni dos formas idénticas de abordar las tareas. Si eso ocurre, es porque hay copias de copias de seres humanos, que se alejan de su autenticidad para imitar. En mi opinión, hay que inspirarse del entorno, pero no reproducirlo por completo, porque entonces sí que no habrá espacio para un clon.
Algo muy relevante, y de lo que nadie habla, es la Big Question: ¿ASALARIADO –aquí incluyo los funcionarios- O AUTÓNOMO? Que significa: ¿seguridad y tranquilidad y horario más o menos fijo; o riesgo y libertad y horario bastante voluble? Hay que ser responsable y organizativo en el caso de ser autónomo, porque los beneficios percibidos variarán pero los impuestos y los gastos no. Sin embargo, siendo asalariado sigues una rutina más o menos marcada. Aunque los matices cambien según cada puesto de trabajo, ¿quieres emprender o adaptarte a una estructura en marcha?
Sé que te he dicho, al principio, que te olvidaras del dinero, pero ahora que trabajas sobre la materia adecuada a nivel de talentos o vocación, sí debes darle una vuelta al asunto: ¿cuánto dinero necesitas para vivir? Responde sin juzgarte a ti mismo ni dejar que nadie lo haga. Puede que tu criterio vaya fluctuando a lo largo de los años, y en ese caso es de sabios adaptar tu solución de vida a tus necesidades. No dejes que te aplasten las expectativas materiales. A lo mejor dices ¡ja! para tus adentros, pero recuerda que eres un ser humano, y lo demás son cosas. Lo más importante eres tú.
3) SÉ FLEXIBLE. Inés, en la tertulia de la Lanzadera, nos preguntó a Alma y a mí si teníamos la sensación de que nuestra vocación era inamovible. Me sorprendí contestando que no. Creo que lo más importante de este esquema es tener claro cuáles son esos talentos, esas cosas que nos encanta hacer y además se nos dan aceptablemente bien, y tener las narices de hacerlas. Buscar la manera y ponerse con ello. Para dar el paso necesitas ser valiente, es verdad, sobre todo si no tienes ya dieciocho años y llevas tiempo gastando dinero en universidades y másters y cosas así. A pesar de la responsabilidad moral para con ellos, date cuenta de que los que te quieren desean verte feliz, no bien colocado –entiéndaseme-, y si no te apoyan de primeras lo harán más adelante. Y por supuesto, mantente alejado de las personas que te desanimen por deporte, y pasa olímpicamente de la opinión de quien no te importa. Como una vez me dijo mi tío Manuel, pierde la reputación. Creo que en eso consiste crecer, en asumir la responsabilidad sobre la felicidad o infelicidad propias sin basarlas en los demás. Hace falta una ración doble de fe en uno mismo e ir hacia el objetivo como los caballos, sin mirar hacia los lados. A veces no se trata siquiera de ser valiente, cuando la tristeza o la apatía es tan pesada, es simple supervivencia. Todos queremos ser felices.
Por eso, no tengas miedo de reconvertirte las veces que necesites. El ser humano es cambio, la vida es evolución, ningún minuto es igual al anterior. Lo raro es que permanezcamos estáticos siempre, no lo contrario, y en este aspecto en especial la sociedad ha cambiado mucho. Fluye con tus adentros en la medida de lo posible, acércate al área que te atraiga más y no te olvides nunca de revisar tus sueños. Puede que ahora sean distintos, y eso está bien. La vida es para los que se atreven a vivirla, no a pensarla y repensarla hasta que los contras aplastan el impulso y la esperanza.