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Andrea Tovar

Querido millennial

Te voy a decir una cosa sobre el futuro. Tiempos (III)

Vía Tumblr (fuente: b3ngal)

Vía Tumblr (fuente: b3ngal)

¿El futuro?

Te voy a decir una cosa sobre el futuro.

El futuro es como el ciber-amigo al que crees conocer, pero es hermético, huidizo, no se abre. Nunca aparece, jamás lo conocerás en persona, pero su sombra no dejará de revolotear.

El futuro genera ansiedad porque se escapa de los dedos al intentar agarrarlo.

Ansiedad o esperanza, una de dos. Ilusión por los proyectos, y entonces es fe, e impulso de supervivencia. El futuro no es nada y a la vez es todo: si dejas de confiar en él, estás acabado.

Qué te voy a contar. Los millennials conocemos bien el concepto. Hemos vivido con el futuro sobre la espalda, como una losa. Dicen que los bebés nacen con una barra de pan bajo el brazo. Bueno, nosotros vinimos con el plan de estudios, el horario de actividades extraescolares, de refuerzo académico. Nosotros vinimos al mundo con nociones básicas de cotización y planes de pensiones, la matrona fue una chiquilla bilingüe que nos decía one, two, three, en lugar de un, dos, tres. Caramba.

Los millennials conocemos bien el concepto de futuro, y sabemos lo que es la esperanza y la ilusión, pero sobre todo, oh, sí, la ansiedad.

La ansiedad debería estar reservada para los momentos importantes, para la paternidad o la convalecencia de un ser querido. No debería existir siquiera entonces, pero puestos a dejarle un espacio en el pecho, podría ser alguno de esos. No debería ahogarte una noche cualquiera de tus veintipocos en nombre del futuro. El futuro no debería secuestrar tu presente.

El futuro no existe. No aún: eso decía en el primer post de esta trilogía. Cuando pienso en ello, el cielo se me abre y ya no hay nubes. Tengo ganas de caminar, poner un pie detrás del otro y ver dónde me llevan los pasos.

Sin embargo, no termino de asimilar la frase. No termino de creérmela. Se me ha dicho demasiadas veces que el futuro lo creo yo.  «El futuro te lo creas tú mismo, querido millennial. Tus semillas de hoy son los frutos de mañana». Es el leitmotiv corporativista del sistema educativo. El futuro es mi responsabilidad, es un peso enorme, esa losa opresora en la espalda, en el pecho. Si no te salen los números de viejo, si no has sumado lo suficiente para jubilarte, si el paro llega hasta los cuarenta, si no te das prisa en buscar una pareja estable antes de que solo queden locos y raros en el mercado, si no eres madre, si no viajas ahora que puedes, si no tienes casa propia, si solo has dado tumbos… el futuro que coseches será exclusivamente tu responsabilidad. Solo tuya.

Por eso parece el ciber-amigo que jamás se presenta, que no da la cara; solo asusta, y de vez en cuando insufla un poco de aire, pero la mayoría del tiempo es un cabrón agorero.

Se me acusará de exagerada. O de pesimista, que está de moda. Pero es cierto: si eres millennial, solo encontrarás alivio y me tacharás de esos calificativos tan feos si ahora cuentas con alguna estabilidad convencional que te aparte de la marea. Estás a salvo, apoyado en tu tabla, o remando en la barca o a bordo de un yate, y por eso no crees que las olas mareen tanto. Acuérdate de las etapas de incertidumbre, de simple vacío de programación, y cuéntame cómo te sentías. Cómo eras capaz de vivir el presente sin un plan a la vista.

 

Vía Tumblr (Fuente: calldanielco)

Vía Tumblr (Fuente: calldanielco)

 

Lo mismo, ni siquiera has tenido momentos de esos.

Cuando estudié una de esas asignaturas feas de Economía en la carrera, me sorprendió que la teoría de fijación de objetivos para configurar planes de empresa se aplicara también a los seres humanos. La regla SMART (S de Specific, M de Measurable, A de Andrea (que no), A de Attainable, R de Realistic, T de Time-Related), esto es, que los objetivos sean específicos, medibles, alcanzables, realistas y ajustados a un tiempo determinado. Empresas y seres humanos. ¿Qué diferencia existe entre ellos, llegados a este punto? ¿No? Con un leve instante de limbo te das cuenta de que eres parte de un engranaje tan devastador que abruma, y que lo has sido desde que empezaste Preescolar. Desde que naciste te has estado preparando para el Futuro.

Ahora la gente va a Meditación, a Yoga, a Pilates. Lo hacen para serenar la mente y dejar de vivir en el mañana. Es difícil no hacerlo cuando te programan para ello. Recuerdo vivir en Madrid, bajar al subsuelo y empezar a caminar más rápido, mucho más rápido, por las corrientes de gente que embestían en mil direcciones. Oleadas de personas que corren y te arrastran por el efecto de las neuronas espejo: imitamos. Corremos hacia el futuro y no sabemos ni qué es, ni para qué corremos tanto.

 

Vía Tumblr (Fuente: scifiseries)

Vía Tumblr (Fuente: scifiseries)

Un profesor de la carrera me corrigió esa expresión: oleadas de. Escribí «oleadas de emoción» en las conclusiones de mi trabajo de fin de grado. Era el único espacio de libertad, o así lo entendí yo: eran mis conclusiones, no las suyas. Sin embargo, en una de sus mil correcciones me acusaba de sentimental. «¿Qué lenguaje es ese? Desde luego, no es jurídico. Ni un periodista escribiría así». Ese profesor quería que me ciñera a los hechos. Nada de oleadas de emoción. Sé práctica. Piensa con mente analítica.

Él me hizo ver, claramente, las estructuras oxidadas que sostenían el mundo. Sin tanto artificio ni tanta palabrería, ¿qué quedaba? Sin el azúcar glas de las ganas de mejorar el sistema, con el conformismo resignado y autocomplaciente de quien ostenta el poder, típico de hacerse mayor, ¿de qué servían tantas horas con la nariz pegada al libro? ¿Todas las clases extraescolares, a dónde iban a parar? Nosotros no hemos jugado mucho en la calle, no. Tengo una prima que iba a Ballet, Inglés, Francés, Dibujo, Tenis –una temporada-, Cine Fórum y Teatro. Ella lo eligió, debo decir. Le gustaba hacer todas esas cosas. Ahora es arquitecto y ha debido emigrar a Alemania.

¿Cómo comerse ese pastel?

Es plato de mal gusto. Se indigesta.

La gente va a Pilates, Yoga o Meditación para olvidar que vive en un mundo sin esperanza.

Ahora sí me puedes llamar pesimista.

Luego piensa si no tengo razón.

Personalmente –y zanjo- paso del futuro. Paso mil pueblos del futuro, de los amigos que dicen quererme mucho y no me cogen el teléfono luego. El futuro no me hace caso y yo a él tampoco. De vez en cuando me acordaré de él, cuando deba tomar decisiones importantes, pero voy a prescindir de esa relación enfermiza que nos vincula a través del entramado de teorías y planes de empresa. Gracias, pero no. El futuro no debe ser esta cosa tan fea y si vamos a relacionarnos, que sea sin exigencias y sin losas en ninguna parte. Y con un poco -un poquito- de azúcar glas.

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Los millennials entramos en la treintena. www.andreatovar.org


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