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Andrea Tovar

Querido millennial

Rituales de apareamiento del homo-fucker

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—Oye, por cierto, ¿qué tal te va con ese tío?

—Nada, fatal. Ya me está haciendo la del desgaste.

—¿De verdad?

—Sí. Además me he enterado de que está conociendo a otra.

—Entonces te ha hecho la liana, no la del desgaste.

 

Existen una serie de estrategias que el homo-fucker despliega habitualmente en sus actividades amoroso-festivas. Y, aun a riesgo de ser reduccionista, me he atrevido a clasificarlas y citar paralelismos con el mundo animal, todo ello con ánimo pseudo-científico y cierto cachondeo psico-social.

 

RITUALES DE ENTRADA

 

El homo-fucker sigue tres estrategias globales en la tarea de abordar a su presa: ser románticos, malotes, o bien desarrollar conductas híbridas para despistar. Este último subtipo de homo-fucker suele enganchar más, por aquello del «una de cal y otra de arena» que tanto apasiona. Hay que recordar que el sueño adolescente es cazar a un hombre malo con un gran corazón y convertirlo en bueno por la gracia del amor.

El enamorao

Va de sensible, aunque no se sepa muy bien si es un farol. El homo-fucker enamorao se puede pillar un rebote si le tomas el pelo durante demasiado tiempo. Le gusta imaginarse su vida futura contigo, en voz alta. Lo mismo tiene talento para la inventiva, porque generalmente, le es indistinto quién esté en el cuadro. Su corazoncito necesita hacer bum, bum.

Dentro de este ritual de apareamiento encontramos al cisne, que compone una coreografía estupenda, o al caballito de mar, que se enamora hasta las trancas y fallece cuando muere el otro, o al pingüino emperador, que mantiene una relación a distancia y al reencontrarse reconoce la voz de la pareja entre cientos de chillidos extraños. El colmo del enamorao a futuro es el tilonorrinco, una especie de pájaro que, para conseguir el favor de la hembra, construye una casita con ramas de árbol y luego las tiñe con pigmentos de frutas y las decora con flores.

La de los ojitos de cordero degollado

Si en algún punto de la conversación, el homo-fucker se queda embobado mirándote a los ojos o a la boca, y notas que el aire se ha vuelto algodón de azúcar, ahí lo tienes. Es curioso y pensarías que solo pasa en las películas, pero no: de pronto, Cupido ha lanzado una flecha a su culito.

La del «somos iguales…»

Cuidado con esta especie de homo-fucker, que apenas te conoce y ya piensa que sois idénticos solo porque a los dos os gusten las tostadas con mermelada de melocotón. Aparte de la necesidad brutal de encajar con alguien, este subtipo de enamorao se conoce muy poco a sí mismo.

La del «podría hablar contigo todo el día…»

Se ha pasado una hora tecleando en el Whatsapp y opina que sois compatibles para pasar la vida entera juntos. Los enamoraos, en general, son intensitos. Seguramente, si le obligaras a hablar contigo durante un día entero, se amputaría las falanges de los dedos o suplicaría clemencia a su WiFi.

 

El machote

En una palabra: testosterona. El machote lo mismo te purga el calefactor que te empotra, como suele decirse. Le gusta el sexo y lo deja ver, casi demasiado. Sin embargo, tiene diferentes actitudes al respecto: puede actuar como el pavo real, y preocuparse todo el día de lustrar sus plumas para cultivar el harén, como si de ello dependiera estrictamente el número de piezas a las que accede –aquí encajan algunos homo-gym-, o bien como el bonobo, que predica de libertad sexual con el ejemplo.

El explícito

En cualquier caso, el machote no se anda con rodeos. Aunque odies reconocerlo, eso te pone un poco. A largo plazo, lo mismo te da pereza ese aire cero misterioso, pero a corto plazo resulta apetecible. Cuidado con creerte a los lobos ibéricos: se acercan peligrosamente cuando huelen la temporada de ovulación, y luego, más bien ciao.

 

El híbrido

Este es el más listo. Sigue estrategias poco definibles para que no te enteres de nada. ¿Le gustas? ¿Te odia? ¿Le aburres? ¿Te ama? ¿Qué narices quiere?

Aquí encajan los delfines, que a pesar de su imagen simpática, son muy agresivos cuando buscan sexo, y suelen atacar en grupo a las hembras, en cópulas que duran apenas unos segundos. También la boa constrictor, que para aparearse se acerca como si tal cosa, lento, y luego se solidifica alrededor de la presa.

El on-off

Este homo-fucker puede tener activo el interruptor de adorarte y luego apagarlo durante horas, días o semanas. La verdad es que es muy posible que te enamore, y no por su encanto sublime, sino por puro ego: quieres retenerlo, enamorarlo, atarlo a las patas de tu cama y hacerle sufrir, todo a la vez.

El payasito

Nunca sabes si está en serio. Te dice algo y luego suelta «que no, que es broma». Y tú piensas, ah, vale, pero ¿lo es? No lo sabes. Nunca lo sabes. Pues bien: lo más normal es que si lo dice, haya cierta intención detrás. Ahí queda eso.

 

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RITUALES DE SALIDA

 

Una vez que ha desplegado sus artimañas para conquistarte, el homo-fucker tiene que replegar sus fuerzas. Puede hacerlo con mayor o menor tacto, pero generalmente, el homo-fucker asimila la sinceridad a la crueldad. Si te dice lo que piensa, llorarás. Y le odiarás. Por eso prefiere poner en práctica alguna de estas otras estrategias, que han sido transmitidas durante años, de homo-sapiens en homo-fucker, y por tanto, tienen eficacia probada.

 

La del muerto en combate

¿Hola? ¿Hola?

¿Sigues vivo?

¿Por qué no me contestas al Whatsapp?

¿Por qué no coges el teléfono?

¿Por qué te has cambiado de casa?

 

La del desgaste

Esta, como dice un amigo mío, es el Windows ’95 de las estrategias. Es más vieja que el Paint o el Buscaminas. Consiste en ir desapareciendo poco a poco, de manera menos radical que en la del muerto en combate. Esta lentitud es lo que termina de exasperarte, y por eso acabas volviéndote una, perdón de la expresión, loca de coño. Con suerte, lo acabarás dejando tú.

 

La liana

¡Homo-fucker Tarzanus, que salta de un árbol a otro! La liana es un clasicazo, hit en los divorcios y en las rupturas de relaciones longevas, en general. A partir de cierto nivel de confort, ningún homo-fucker abandona a su presa si no tiene a otra en el punto de mira. Y los rituales de entrada siempre son más estimulantes.

 

La de «la mierda pa’ ti»

En casos en que no haya conseguido perpetrar la entrada, o bien que seas tú quien, por cualquier motivo, desea retirarse, el homo-fucker tiene la costumbre de sacar pecho y estirar bien el cuello, defender su honor, dudar de tu capacidad racional y lógica, de tus habilidades de deducción… Todo para no admitir que le has dado en toda la jeta.

 

 

Después de este rápido paseo por el zoo, toca despedirse. Si falta alguna categoría… eso estaría muy bien, ¿verdad?

Le dan a una ganas de vivir solo para ir completando el acervo, ¿o no?

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Los millennials entramos en la treintena. www.andreatovar.org


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