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Andrea Tovar

Querido millennial

El 8M no está en venta

Vía Tumblr (fuente: kerousel)

Vía Tumblr (fuente: kerousel)

Una, que se levanta el pasado 8 de marzo pensando que está pasando una cosa chulísima, algo que solo puede compararse a aquello del «no a la guerra» o al mundial de Corea y de Holanda.

Entiéndase, no era solo fruto de la agitación colectiva este contento, sino que por primera vez una sentía en sus carnes el ardor de ver materializada una creencia interna muy fuerte.

Y café en mano, una descubre que no ha leído todavía el Manifiesto -porque había un manifiesto- de la Comisión 8M –porque había una comisión- del Movimiento Feminista –que debía ser una asociación o algo parecido-. Y una se apresura a echarle un vistazo virtual.

Y cuál es su sorpresa cuando una se entera de que la huelga que tan convencida está practicando, así como la manifestación a la que piensa asistir unas horas más tarde, no tiene como objeto paralizar la sociedad para poner de relieve la presencia de la mujer en el mundo laboral y doméstico, exigir el fin de la violencia de género, del miedo a la potencia física del hombre, y, en definitiva, concienciar sobre la necesidad de adoptar medidas que igualen la posición en sociedad.

No. No solo esto.

En el Manifiesto aparece una retahíla de sustantivos por los que, en teoría, las mujeres saldrían a protestar, a saber: violencia machista, derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y vida, justicia social, vivienda, salud, educación, soberanía alimentaria, laicidad, extractivismo y tratados de libre comercio, explotación, antimilitarismo y guerras, fronteras y Estados autoritarios, que reprimen con leyes mordaza, y criminalizan la protesta de la resistencia feminista, comunidad LGTBI.

Y una se pregunta, dando un trago al café, quién puñetas le ha preguntado a ella qué opina sobre si debería o no el Estado enseñar Religión en los colegios, o si está a favor de destinar tal o cual porcentaje del PIB a defensa militar, o qué le parece la necesidad de cultivar alimentos eco, etecé.

Una, que estaba más que emocionada con el devenir del movimiento, se da cuenta de pronto de que le han colado diecinueve etiquetas –no es un número figurado- que no había previsto, y que marcan una postura política definida en cuestiones complejas, dignas de una profunda reflexión aparte. Diecinueve reivindicaciones políticas, toma, zasca. Con algunas se sentirá identificada, con otras no. Pero pocas tienen que ver, estrictamente, con la fuente de la que manaba la ilusión previa, que se acaba de atragantar junto con el café matutino.

Una, aun así, acude a la mani porque oiga, no le van a arruinar a una este momento histórico estas señoras de no se qué comisión que han decidido firmarle a una la mente sin pedir permiso. Y, entre la maravilla que siente al contemplar la larguísima cola que recorre el espinazo de la ciudad –que era la maravilla que estaba preparada para sentir cuando introdujo un paquete de kleenex en el bolso-, una empieza a escuchar algunas cosas que le aturden.

«¡No al muro!». Porque en Murcia aprovecharon para hacer dos en uno y dejaron a este colectivo, que protesta diariamente por aquello del soterramiento, que ocupara su lugar a la cabeza. Como un anexo. Por qué no, claro que sí. Guapi.

«Viva la lucha de la mujer obrera». Y dice una, uy. No estamos gritando «trabajadora». A mí eso me suena un poco a soviet, pero seré yo. Seré yo, piensa una.

«Patriarcado y capital, alianza criminal». Ay, se queja una, es que estas palabras, no sé. No sé yo si pienso realmente que el patriarcado y el capital configuren una alianza criminal, la verdad. Hay reformas que hacer, piensa una, pero… No sé, no sé, duda una por dentro.

Y se le queda a una cierto sabor agridulce entre tanta dicha. Porque «las calles de noche también son nuestras» y «ni una menos» y «yo no salí de tu costilla, saliste tú de otro sitio» –rellénese el hueco con la palabra adecuada- a una le parece pertinente. Y precioso, dicho sea de paso. Pero en fin. Que será una, que estará sensible.

Se acuerda una de Kant y aquello que decía sobre la mayoría de edad del ciudadano, a propósito de la Ilustración: ese despertar, por fin, ese sapere aude alejado de los tutores «que tan bondadosamente han tomado sobre sí la tarea de superintendencia». Uno de los principales agentes del atontamiento de la población son las células políticas que dicen representar al pueblo.

Ahora todos quieren apuntarse el tanto, porque esta novedad que aspira a cargarse las estructuras imperantes es popular, ya se ha visto. Tiene fuerza como para romperlas por varios sitios y recomponerlas de maneras que aún no conocemos. Por eso, las alimañas políticas van a venir corriendo a etiquetar esto, se lo van a apropiar… si se lo permitimos.

Hoy dirán que las manifestaciones siempre son políticas. Aquellos que no estén lo suficientemente despiertos para detectar el engaño asentirán, convencidos de que las diecinueve pegatinas son muy apropiadas. Pero meditémoslo un segundo: ¿de dónde narices salen? ¿Qué tiene que ver la velocidad con el tocino? Porque si una tiene tiempo y se aburre, claro, puede conectar todos los puntos de manera casi coherente. A través del método asociativo, puede una llegar donde quiera, incluso a unir cada estrella del firmamento y ver en él un panel más que lógico.

Y aun así, seguirá siendo impostado. Una mentira forzada y conveniente para algunos.

Mujeres: una se ha despertado gracias a ustedes. Y en esta nueva hermandad, y a la luz del entendimiento nuevo, no podrán volver a taparnos los ojos.

Así que guárdense ustedes sus diecinueve etiquetas, gracias, que una protestará siempre por ese núcleo tierno y justo que alberga esta revolución, y que se conoce solo con el corazón, no con la demagogia de la cabeza.

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Los millennials entramos en la treintena. www.andreatovar.org


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