Hay una cosa que me toca un poco los cataplines -¿de verdad? ¡Qué sorpresa!-.
Pues sí. Me toca los cataplines que la gente se meta en el Año Nuevo pidiendo cosas y haciendo propósitos de mejora. No es que esté mal eso, es que se olvidan de hacer recopilatorio de very best antes de salir del anterior. El único que se acuerda de eso es Spotify –musicón este año, ¿eh?-. Y Facebook, que da la brasa con lo que estabas haciendo tal día como hoy en 2011 y te recuerda cosas que preferirías evitar -¿por qué me corté flequillo, por qué? Ah, sí, porque soñé que me quedaba bien, pero no-.
A ver. Los años son solo unidades de tiempo, y el tiempo es lo único que tenemos. Comerciamos con cosas, pero ganamos dinero intercambiando tiempo. El tiempo es lo que se vende. Lo que no conviene perder.
Por eso es injusto que uno abandone un año y ya esté pensando en el siguiente sin siquiera despedirse. Todo necesita de un luto, por pobre que sea, y ese luto pasa por brindar lo que se va. Quien no guarda luto al salir de una relación se ve abocado a arrastrarla para siempre. Quien abandona una casa sin llorarla pernoctará allí en el campo onírico.
Yo no quiero que el 2018 me persiga, aunque tampoco estaría mal porque ha sido un año pistonudo. Por estos motivos que comparto, de mis lecciones aprendidas, porque es período de eso y de dejar que el niño Jesús nazca en tu corazón.
De nada.
– La culpa no existe. Lo primero que descifré este 2018 es que la culpa es un sentimiento impostado. Ni siquiera tiene registro propio en la gama de emociones, sino que abarca varias: hundimiento, autohumillación, rabia, censura, esas cosas. La culpa es un conglomerado de horror que se catapulta para aplastar a alguien. Históricamente ha sido una herramienta maravillosa para impedir que cada quien fuera autónomo. Un instrumento de control. Lo mismo sentirse culpable es una pérdida de tiempo, y volvemos a lo anterior: ¿qué otra cosa tenemos aparte de tiempo? No hay que sentirse culpable, hay que asumir la responsabilidad de los actos. Premeditación, y si yerras, pues te jodes y aprendes para la próxima. No hay otra.
-Arrastrar el pasado es como moverse con bolsas de mierda por la vida. En Cómo conocí a vuestra madrehablaban de maletas, pero es mierda. No sirve, es orgánica y se encuentra en descomposición. Ir por ahí contaminando está feo. Es mejor limpiarla y pasear ligero. Nadie tiene por qué aguantar tu tufo. Tú no tienes por qué aguantar el tufo de nadie.
-A veces más vale beberse tres cubatas, pegar saltos y gritar al cielo antes que tomarse la vida en plan erudito y dar el coñazo por doquier. Los silencios existen. Hay que respetar a las personas. No siempre puedes controlarlo todo. Desfógate en un gimnasio o donde te dé la gana, pero aprende a valorar tu intimidad y no te expongas todo el rato. No vas a ajusticiar al mundo. Deja de intentarlo.
– Cuando tienes miedo, lo mejor es hacerlo. ¡Hazlo! No pienses. Hazlo. Deja de darle vueltas. Hazlo. No consideres los pros. Hazlo. Ni te plantees los contras. Hazlo. Si cosquillea dentro de ti, hazlo. Equivócate. Hazlo. Deja de rumiar. Hazlo. No des la chapa a tus amigos. Hazlo. No esperes a que nadie te autorice. Hazlo.
-La gente no te quiere porque seas invencible o perfecto. Te quieren porque eres imbécil. A los que no te quieren porque eres imbécil, mejor que los dejes fuera lo antes posible. Tu imbecilidad es tu mayor virtud. A no ser que seas un gilipollas de cuidado, claro. Si eres un gilipollas de cuidado te quedarás solo, o con gente igual de gilipollas que tú. Si eres un gilipollas feliz, todo ok. Si eres un gilipollas triste, cuestiónate tu gilipollez e intenta cambiar. No es tan difícil.
-¡No es tan difícil! Quedarte en la amargura es de viejos pesados de barra de bar que intentan ligar con pollitas de manera bastante patética. No seas así, por favor. El mundo tiene que contar con más gente contenta que sonría por la calle. Una burocracia eficaz y amable. Un dependiente que bromee contigo al cobrarte. Un profesor que se interese por tu progreso. Conviértete en una de esas personas. No lo finjas. Si finges todo el rato, te saldrá un tumor y morirás más pronto que tarde
-Las cosas no son tan malas. Ni siquiera la muerte es tan dura, en la mayoría de casos. Se pueden sacar un montón de cosas de cada acontecimiento que la vida pone por delante. Lo único que hace falta es querer aprender y tener la valentía de sumergirse en los sentimientos. No hay sentimientos buenos y sentimientos malos, hay mayor o menor carga de endorfina, eso es todo. Y de todo se sale. Es una frase hecha, pero es que la vida es muy larga. Esa es otra frase hecha, pero es que tú ya has cambiado desde la semana pasada. Y si no lo has hecho, plantéate por qué eres tan gilipollas. Bromi.
-Sigo con lo anterior: no hay nada tan grave. Lo único que molesta es el runrún colectivo que se dedica a destajar desgracias ajenas. Tu vida no le importa a nadie, excepto cuando la cagas. Están esperando que la cagues para poder tener algo que decir mientras remueven el café con leche en el desayuno, es verdad. Pero a ti qué más te da. Si no te importa la vida de los demás, excepto cuando remueves el café con leche en el desayuno. No formes parte de ese círculo que celebra la catástrofe. Controla lo que dices. Compórtate como si nadie te mirara, porque es verdad. Nadie te mira casi nunca. Eres libre.
-Valora lo que tienes el tiempo que lo tienes y deja de ajustarle las cuentas a la fortuna cuando pierdas algo. Tú llegas en bolas a este planeta gracias al chirri de tu madre. Te cortan el cordón y pum, eres un individuo. Desnudo. Cuanto recibes a partir de ahí es un regalo. Deja de actuar como si te debieran algo. Practica la gratitud y no entres en el Año Nuevo con tu lista de deseos de Reyes y movidas de esas. Dale una vuelta a cómo devolver parte de lo que se te ha dado y todo irá mejor. Seguro que estarás más contento.
Ya está. He aprendido más cosas que estas, pero me las reservo.
Feliz 2019.
Que el Año Nuevo reparta la misma dicha que el anterior. Por lo menos.
Y si no, lo haremos nosotros.