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Sargento Emilia

Ficción con tintes negros

Sentado en el fondo de un bar a esas horas escaso de clientes, Gregorio intentaba poner en orden sus ideas para redactar, por encargo, un artículo sobre violencia de género que el periódico local quería publicar al día siguiente por ser el día de la mujer trabajadora.
Frente a una taza de café y en medio del bullicio, había observado que sus artículos ganaban en autenticidad cuando conseguía escribir inmerso en conversaciones de desconocidos o en polémicas que daban cuenta de lo que preocupa a la opinión pública. En ocasiones se quedaba escuchando argumentos o digiriendo afirmaciones temerarias fruto de la ignorancia, del fanatismo o de la mala fe que le obligaban a interrumpir sus pensamientos. Sentada en una mesa cercana, una mujer con semblante serio se dedicaba a mandar mensajes con un móvil, abstraída y visiblemente contrariada por el tamaño del teclado. Su ropa cara e impoluta, su cartera de piel y sus zapatos de marca hacían pensar que no era cliente habitual de la cafetería y que posiblemente se encontraba allí huyendo de testigos o queriendo evitar que se le localizara. Tal vez se trataba de una historia pasional, de mensajes mandados a escondidas o de una cita amorosa que estaba a punto de producirse y de la que él iba a ser testigo. Mientras la mujer escribía obstinadamente en su mini teclado, se oyó el timbre de otro teléfono de última generación que la desconocida sacó de su cartera. Nerviosa contestó de inmediato a la llamada para mantener una conversación entrecortada y a ratos susurrada, digna de una película de espías. Ello consiguió despertar el interés del periodista que intentó poner la oreja para conseguir enterarse de lo que allí se decía, sin resultado.
Después de un segundo café, la mujer se levantó para dirigirse hacia el perchero que se encontraba pegado a la mesa del curioso. Después de dejar su cartera sobre una silla, se enfundó su abrigo y su pañuelo de cachemir para marcharse con celeridad, repiqueteando tacones sobre el enlosado del local. Al acercarse al periodista, este la había reconocido. Era una de las chicas Snoopys de la escena política. Jóvenes buenas estudiantes, hijas de empresarios o políticos influyentes y colocadas en puestos de responsabilidad directa o indirectamente por sus papás.
Dándole vueltas todavía a la curiosa presencia de tan ilustre mandamás en un bar de barrio, el hombre se enfrascó de nuevo en el artículo que estaba escribiendo hasta que volvió a oír el sonido característico de un mensaje entrante. No era su móvil el que reclamaba su atención, sino el teléfono de la que se acababa de marchar y que al parecer se había dejado olvidado en la silla al ir a coger su prenda de abrigo. El periodista no se inmutó y siguió con su tarea pensando que en cualquier momento la mujer, al percatarse de su olvido, volvería a recogerlo. Al ver que el teléfono seguía allí al cabo de media hora, barajó la posibilidad de devolvérselo personalmente a su propietaria a la que podía localizar fácilmente. Una hora más tarde mientras iba recogiendo sus apuntes, el periodista alargó el brazo con disimulo para apoderarse del aparato. Comprobó que su agenda estaba vacía y que no había ninguna llamada entrante, sólo una gran cantidad de mensajes de texto recibidos o enviados a usuarios sin identificar. Los mensajes hablaban de terrenos, revalorizaciones, intermediarios, comisiones, cantidades astronómicas, escuchas policiales e investigaciones. Por primera vez la leyenda negra de los móviles de prepago, comprados con dinero público por políticos corruptos intentando no ser descubiertos, cobraba vida. El material que contenía el móvil podía dar lugar a toneladas de titulares en los periódicos locales e incluso de ámbito nacional. Sólo era cuestión de ir atando cabos y poner fechas y nombres a la información, todo un reto para un periodista de raza. Por apropiación indebida, el valor legal del hallazgo era nulo pero los datos no tenían desperdicio. Terminó de recoger sus cosas y abandonó el local, feliz y excitado, dispuesto a embarcarse en una nueva Odisea, con la colaboración de su colega Mauricio al que, para ponerle los dientes largos, le acababa de mandar un mensaje que decía así: “Hallado teléfono con bombazo informativo. Van a temblar las Instituciones. Estoy llegando a la redacción”

Temas

Versión policial

Sobre el autor

Sigo con mi "Versión Policial" en un intento por destripar una realidad urbana que el ciudadano en ocasiones apenas intuye. Con "Ficción Literaria" les hago partícipes de mis devaneos con la escritura.


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